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La Voz: Su Educación y Uso Correcto
don, no son cristianos. No moran en Cristo, ni Cristo mora en ellos.
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El árbol es conocido por sus frutos. “El hombre bueno, del buen
tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal
tesoro saca malas cosas”. ¡Qué corriente de mal y desperdicios fluye
por el talento del habla! ¡Y cuántos niegan a Cristo por sus palabras!
En lugar de hacer una buena confesión de Cristo por su conversación,
dicen: “No conozco al Hombre”. Es muy fácil tener una forma de
santidad; pero hacer una completa confesión de nuestra fe en Cristo,
significa que nuestras palabras, nuestra manera de vestir, y nuestro
espíritu testificarán del hecho.—
Carta 19, 1897
.
La conversación frívola
—Cultive el precioso don del habla,
como una agencia que Dios le ha confiado. No introduzca temas de
conversación frívolos, ni sin sentido. Hable de tal manera que los
que no son de nuestra fe, reciban la impresión que el habla correcta
y los principios sólidos han introducido en su educación. “Vosotros
sois la luz del mundo”. ¿Quiénes son de esta manera honrados?
Los que han aprovechado sus oportunidades de aprender a servir al
Señor, con el don del habla.—
Manuscrito 74, 1897
.
Las bromas y las chanzas
—Es deber de los jóvenes estimular
la sobriedad. La ligereza, las bromas y los chistes resultarán en
insensibilidad del alma, y la pérdida del favor de Dios. Muchos de
ustedes no ejercen una mala influencia en otros, y por lo tanto, se
sienten satisfechos en cierta medida; pero, ¿ejercen una influencia
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para el bien? ¿Procuran guiar a otros al Salvador, por medio de
vuestra conversación y vuestros actos, o, si ellos profesan conocer a
Cristo, tratan de conducirlos a andar más estrechamente con él?—
Testimonies for the Church 2:236, 237
.
La conversación vulgar
—Jóvenes amigos, ¿queréis empezar
vuestra vida cristiana como quienes tienen en su corazón, el calor del
amor de Jesús? Nunca sabréis, cuánto bien podéis hacer a los que no
se consideran hijos de Dios, dirigiéndoles palabras tiernamente razo-
nables y serias, en cuanto a la salvación de sus almas. Por otra parte,
quizás nunca sepáis, hasta el día del juicio, cuántas oportunidades
de ser testigos de Cristo habéis dejado pasar, sin aprovechar. Quizás
nunca sepáis en este mundo, el daño que habéis hecho a algún alma,
por vuestros pequeños actos de frivolidad, vuestra conversación vul-
gar, vuestra liviandad, completamente inconsecuentes con vuestra
santa fe.—
Mensajes para los Jóvenes, 199
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