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La Voz: Su Educación y Uso Correcto
dales no había vacilaciones, ni en sus expresiones, sombra de duda.
El hablaba con un completo dominio del tema que presentaba.—
Fundamentals of Christian Education, 236, 237
.
Su conocimiento personal
—Cristo hablaba con autoridad. Pro-
clamaba cada verdad esencial, con la seguridad resuelta de un cono-
cimiento firme, para que el pueblo la conociera. No hablaba cosas
extravagantes ni sentimentales. Nunca pronunciaba palabras escogi-
das, o que apelaran a los sentimientos. Tampoco presentaba sofismas,
ni opiniones humanas. De sus labios no salían cuentos inútiles, ni
teorías falsas, revestidas de un hermoso lenguaje. Las declaraciones
[103]
que hacía, eran verdades establecidas por el conocimiento personal.
El previó las doctrinas engañosas que llenarían el mundo, pero no
las expuso ante el pueblo. En sus enseñanzas, se extendía en los
principios inalterables de la Palabra de Dios. Magnificaba las verda-
des sencillas y prácticas, que el común del pueblo podía entender y
trasladar a su experiencia diaria.—
Testimonies for the Church 8:201
.
Defendía sus doctrinas con fervor y certidumbre
—Cuando
Jesús hablaba, no lo hacía con una incertidumbre vacilante, con
repetición de palabras y hechos familiares. La verdad provenía de
sus labios, revestida de nuevas e interesantes representaciones, que
le daban la frescura de una nueva revelación.
Su voz nunca se manifestaba en un tono artificial, y sus palabras
salían con seriedad y seguridad, apropiadas a su importancia, y a
las consecuencias trascendentales, que implicaba su recepción, o su
rechazo. Cuando sus doctrinas recibían oposición, las defendía con
un celo y una certidumbre tan grandes, que daba la impresión a sus
oyentes, que estaría listo a morir si fuera necesario, para sostener la
autoridad de sus enseñanzas... Cuando enseñaba, sus palabras brota-
ban con autoridad; porque hablaba con un conocimiento positivo de
la verdad.—
The Review and Herald, 7 de enero de 1890
.
Presentaba la verdad con la lozanía de una nueva revela-
ción
—La verdad, nunca languidecía en sus labios, nunca sufría en
sus manos por falta de perfecta obediencia a sus requerimientos.
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“Para esto he nacido—declaró Cristo—, y para esto he venido al
mundo, para dar testimonio de la verdad”. Y los grandiosos princi-
pios de la verdad, salían de sus labios, con la lozanía de una nueva
revelación. La verdad fue hablada por él, con un fervor proporciona-