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Joyas de los Testimonios 1
Los recursos que debieran haberse puesto en la tesorería de
Dios para hacer progresar su causa, se pierden al ser invertidos en
algunos de estos perfeccionamientos modernos. Si algunos de los
que profesan la verdad se sienten libres y capaces para dedicarse a
estos derechos de patentes e inventos, no deben ir entre sus hermanos
y hacer de ellos su campo de operación, sino ir entre los incrédulos.
No se valgan de su nombre y profesión de adventistas para seducir
a sus hermanos que desean consagrar sus recursos a Dios. Vayan
más bien al mundo, y denle oportunidad de invertir sus recursos a la
clase de personas que no se interesan en el progreso de la causa de
Dios.
Me fué mostrada la necesidad de abrir las puertas de nuestras
casas y corazones al Señor. Cuando empecemos a trabajar en serio
por nosotros mismos y nuestras familias, entonces recibiremos ayuda
de Dios. Vi que la mera observancia del sábado, y el orar mañana
y noche, no son evidencias positivas de que somos cristianos. Se
pueden observar estrictamente estas formas externas y, sin embargo,
carecer de verdadera piedad. “Que se dió a sí mismo por nosotros
para redimirnos de toda iniquidad, y limpiar para sí un pueblo propio,
celoso de buenas obras.”
Tito 2:14
. Todos los que profesan seguir
a Cristo deben dominar su propio genio, y no permitirse hablar
nerviosa e impacientemente. El esposo y padre debe refrenar la
palabra impaciente que está por pronunciar. Debe estudiar el efecto
de sus palabras, no sea que produzcan tristeza y heridas.
Las enfermedades y dolencias afectan especialmente a las muje-
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res. La felicidad de la familia depende en gran manera de la esposa y
madre. Si ella es débil y nerviosa, y se le permite cargarse de trabajo,
su mente se deprime, porque ésta siente la influencia del cansancio
físico y además de eso, la esposa encuentra demasiado a menudo
una fría reserva de parte de su cónyuge. Si no marcha todo tan
agradablemente como él quisiera, culpa a la esposa y madre. El se
desentiende completamente de sus congojas y cargas, y no siempre
sabe simpatizar con ella. No se percata de que está ayudando al gran
enemigo en su obra destructiva. Por fe debiera levantar un estandarte
contra Satanás; pero parece no ver sus propios intereses ni los de
su esposa. La trata con indiferencia. No sabe lo que está haciendo.
Obra directamente contra su propia felicidad, y destruye la de su
familia. La esposa se desalienta y abate. Desaparecen la esperanza y