Página 118 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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El poder de Sataná
El hombre caído es el cautivo legítimo de Satanás. La misión
de Cristo consistió en rescatarlo del poder de su gran adversario. El
hombre se inclina por naturaleza a seguir las sugestiones de Satanás,
y no puede resistir con éxito a un enemigo tan terrible, a menos que
Cristo, el poderoso Conquistador, more en él, guíe sus deseos y le
fortalezca. Dios solo puede limitar el poder de Satanás. Este va de
aquí para allá por la tierra, recorriéndola de un lado al otro. Ni por un
solo instante está desprevenido, por temor a perder una oportunidad
de destruir las almas. Es importante que los hijos de Dios entiendan
esto a fin de poder evitar sus trampas.
Satanás está preparando sus engaños, para que en su última
campaña contra el pueblo de Dios, éste no entienda que se trata
de él. “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura
en ángel de luz.”
2 Corintios 11:14
. Mientras que algunas almas
engañadas sostienen que él no existe, las está llevando cautivas y
trabaja extensamente por su medio. Satanás conoce mejor que los
hijos de Dios el poder que ellos pueden tener sobre él cuando su
fuerza está en Cristo. Cuando el más débil creyente en la verdad
solicita humildemente ayuda al poderoso Conquistador, confiando
firmemente en Cristo, puede repeler con éxito a Satanás y toda su
hueste. El es demasiado astuto para presentar abierta y audazmente
sus tentaciones, porque entonces se despertarían las soñolientas
energías del cristiano, y éste confiaría en el poderoso Libertador.
Pero se presenta inadvertido, y obra por engaño mediante los hijos
de desobediencia que profesan la piedad.
Satanás recurrirá a todo su poder para acosar, tentar y desviar al
pueblo de Dios. El que se atrevió a enfrentarse con nuestro Señor
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para tentarlo y desafiarlo, y que tuvo poder para tomarlo en sus
brazos y llevarlo al pináculo del templo, y hasta la cumbre de una
altísima montaña ejercerá su poder hasta un grado asombroso sobre
la presente generación, que dista mucho de tener la sabiduría de
Testimonios para la Iglesia 1:341-347 (1862)
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