Página 119 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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El poder de Satanás
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su Señor, y que ignora casi completamente la sutileza y fuerza de
Satanás. De manera maravillosa afectará el cuerpo de los que están
por naturaleza inclinados a hacer su voluntad. Satanás se regocija
cuando se lo considera como un mito. Cuando es objeto de burlas
y representado por alguna ilustración infantil, o como algún ani-
mal, ello le conviene perfectamente. Como se le cree tan inferior,
las mentes humanas están completamente desprevenidas ante sus
planes sabiamente trazados, y él tiene casi siempre éxito. Si su poder
y sutileza fuesen comprendidos, muchos estarían preparados para
resistirle victoriosamente.
Todos debieran entender que Satanás fué una vez un ángel muy
exaltado. Su rebelión hizo que fuera echado del cielo, pero no des-
truyó sus facultades ni hizo de él una bestia. Desde su caída volvió
su poderosa fuerza contra el gobierno del cielo. Se ha estado vol-
viendo más astuto, y ha aprendido de qué manera puede triunfar
más completamente al presentar sus tentaciones a los hijos de los
hombres.
Los engaños de Satanás
Satanás ha inventado fábulas a fin de engañar. Principió en el
cielo a guerrear contra el fundamento del gobierno de Dios, y desde
su caída ha persistido en su rebelión contra la ley de Dios, y ha
inducido a la mayoría de los que profesan el cristianismo a hollar
el cuarto mandamiento, que presenta al Dios viviente. Arrancó el
sábado original del Decálogo, y puso en su lugar uno de los días
hábiles de la semana.
La gran mentira original que le dijo a Eva en el Edén: “De seguro
que no moriréis” (
Génesis 3:4, VM
), fué el primer sermón que se
predicó sobre la inmortalidad del alma. Fué coronado de éxito, y
le siguieron resultados desastrosos. Satanás ha logrado que muchas
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mentes acepten ese sermón como si fuera verdad, y los predicadores
lo proclaman, lo cantan y lo mencionan en sus oraciones.
Se están popularizando rápidamente las fábulas de que el diablo
no existe y de que habrá un tiempo de prueba después de la venida
de Cristo. Las Escrituras aseveran claramente que el destino de toda
persona quedará fijado para siempre al momento de la venida del
Señor. “El que es injusto, sea injusto todavía: y el que es sucio,