Página 135 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Padres e hijos
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“No echaré a perder la felicidad de mis hijos con una sola palabra
de irritación.” Dominándoos así vosotros mismos, os fortaleceréis.
Vuestro sistema nervioso no será tan sensible. Quedaréis fortale-
cidos por los principios de lo recto. La conciencia de que estáis
desempeñando fielmente vuestro deber, os fortalecerá. Los ángeles
de Dios sonreirán al ver vuestros esfuerzos, y os ayudarán.
Cuando os sentís impacientes, con demasiada frecuencia pensáis
que la causa está en vuestros hijos, y les echáis la culpa cuando
no la merecen. En otras ocasiones, ellos podrían hacer las mismas
cosas, y todo sería aceptable y correcto. Los niños conocen, notan y
sienten estas irregularidades y
ellos
tampoco son siempre los mis-
mos. A veces están más o menos preparados para arrostrar actitudes
variables; y en otras ocasiones están nerviosos e intranquilos, y no
pueden soportar la censura. Su espíritu se subleva en rebelión contra
ella. Los padres quieren que se tenga en cuenta su estado mental,
y sin embargo no ven siempre la necesidad de hacer las mismas
concesiones a sus pobres hijos. Disculpan en sí mismos aquello que
censurarían severamente si lo advirtieran en sus hijos, que no tienen
tantos años de experiencia y disciplina.
Algunos padres de temperamento nervioso, cuando están cansa-
dos por el trabajo u oprimidos por la congoja, no conservan serenidad
mental, sino que manifiestan hacia aquellos que debieran serles más
caros en este mundo una irritación e intolerancia que desagradan
a Dios y extienden una nube sobre la familia. Con tierna simpatía,
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debe calmarse a los niños en sus dificultades. La bondad y tolerancia
mutuas harán del hogar un paraíso y atraerán a los ángeles santos al
círculo de la familia.
La madre puede y debe hacer mucho para dominar sus nervios y
ánimo cuando está deprimida. Aun cuando está enferma, puede, si
se educa a sí misma, manifestar una disposición agradable y alegre,
y puede soportar más ruido de lo que una vez creyera posible. No
debiera hacer sentir a los niños su propia flaqueza y nublar sus
mentes jóvenes y sensibles por su propia depresión de espíritu,
haciéndoles sentir que la casa es una tumba y que la pieza de mamá
es el lugar más lúgubre del mundo. La mente y los nervios se entonan
y fortalecen por el ejercicio de la voluntad. En muchos casos, la
fuerza de voluntad resultará ser un potente calmante de los nervios.