Página 137 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Padres e hijos
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Padres comprensivos
Los padres no deben olvidar cuánto anhelaban en su niñez la
manifestación de simpatía y amor, y cuán desgraciados se sentían
cuando se les censuraba y reprendía con irritación. Deben rejuve-
necer sus sentimientos, y transigir mentalmente para comprender
las necesidades de sus hijos. Sin embargo, con firmeza mezclada de
amor, deben exigirles obediencia. La palabra de los padres debe ser
obedecida implícitamente.
Los ángeles de Dios vigilan a los niños con el más profundo
interés para ver qué carácter adquieren. Si Cristo tratase con no-
sotros como a menudo tratamos a los demás y a nuestros hijos,
tropezaríamos y caeríamos de puro desaliento. Vi que Jesús conoce
nuestras flaquezas, y ha experimentado lo mismo que nosotros en
todo, menos en el pecado. Por lo tanto, nos ha preparado una senda
adecuada a nuestra fuerza y capacidad, y como Jacob, ha andado
suavemente y con serenidad con los niños según lo que ellos pudie-
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ran soportar, a fin de sostenernos por el consuelo de su compañía y
servirnos de guía perpetuamente. El no desprecia, descuida ni deja
atrás a los niños del rebaño. El no nos ha ordenado que avancemos
y los dejemos. El no ha viajado tan apresuradamente como para
dejarnos rezagados juntamente con nuestros hijos. ¡Oh, no; sino que
ha emparejado la senda de la vida, aun para los niños! Y requiere
que los padres, en su nombre, los conduzcan por el camino estrecho.
Dios nos ha señalado una senda adecuada a la fuerza y capacidad de
los niños.
* * * * *
Valdrá la pena manifestar afecto en vuestro trato con vuestros
hijos. No los rechacéis por falta de simpatía hacia sus juegos, goces
y agravios infantiles. Nunca permitáis que vuestra frente se muestre
ceñuda, ni que escape de vuestros labios una palabra dura. Dios
escribe todas estas palabras en su libro de registro. Las palabras
duras agrían el temperamento y hieren los corazones de los niños;
y en algunos casos estas heridas sanan difícilmente. Los niños son
sensibles a la menor injusticia y algunos se desalientan ante ella,
y no prestarán atención a la voz de mando alta y airada, ni a las
amenazas de castigo. La rebelión anida con demasiada frecuencia en