Peligros de la juventu
El 6 de junio de 1863 me fueron mostrados algunos de los
peligros que corre la juventud. Satanás está dominando las mentes
de los jóvenes y extraviando sus pies inexpertos. Ellos ignoran sus
designios, y en estos tiempos peligrosos los padres deben despertar
y trabajar con perseverancia y laboriosidad para rechazar el primer
ataque del enemigo. Deben instruir a sus hijos, cuando salen, cuando
entran, cuando se levantan y cuando se sientan, dándoles renglón
tras renglón, precepto tras precepto, un poco aquí y un poco allá.
El trabajo de la madre empieza con el niño mamante. Ella debe
conquistar la voluntad y el genio de su hijo, ponerlo en sujeción y
enseñarle a obedecer. Y a medida que el niño crezca, no relaje la
disciplina. Cada madre debe tomarse tiempo para razonar con sus
hijos, para corregir sus errores y enseñarles pacientemente el buen
camino. Los padres cristianos deben saber que están instruyendo y
preparando a sus hijos para ser hijos de Dios. Toda la experiencia
religiosa de los niños queda afectada por las instrucciones dadas,
y el carácter se forma en la niñez. Si la voluntad no se subyuga
entonces, ni se la hace someter a la voluntad de los padres, será tarea
muy difícil enseñarles la lección en los años ulteriores. ¡Qué lucha
intensa, qué conflicto costará someter a los requisitos de Dios esa
voluntad que nunca fué subyugada! Los padres que descuidan esa
obra importante, cometen un grave error y pecan contra sus pobres
hijos y contra Dios.
Sucederá a veces que los niños que se hallan bajo una discipli-
na estricta se sentirán descontentos. Se volverán impacientes bajo
las restricciones, y querrán hacer su voluntad, e ir y venir como
les plazca. Especialmente entre los diez y dieciocho años, creerán
a menudo que no habría ningún perjuicio en participar en salidas
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campestres y otras reuniones de compañías jóvenes; pero sus padres
experimentados pueden ver el peligro. Ellos conocen los tempera-
mentos peculiares de sus hijos, conocen la influencia que sobre su
Testimonios para la Iglesia 1:390-405 (1863)
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