Peligros de la juventud
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idea de que no tienen bastante edad para ser responsables, ni para
arrepentirse de sus pecados y profesar a Cristo.
Se me refirió a las muchas promesas preciosas registradas pa-
ra aquellos que buscan temprano a su Salvador. “Acuérdate de tu
Criador en los días de tu juventud, antes que vengan los malos días,
y lleguen los años, de los cuales digas, No tengo en ellos contenta-
miento.”
Eclesiastés 12:1
. “Yo amo a los que me aman; y me hallan
los que madrugando me buscan.”
Proverbios 8:17
. El gran Pastor de
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Israel dice todavía: “Dejad a los niños, y no les impidáis de venir
a mí; porque de los tales es el reino de los cielos.”
Mateo 19:14
.
Enseñad a vuestros hijos que la juventud es el mejor tiempo para
buscar al Señor. Entonces las cargas de la vida no pesan sobre ellos,
y sus mentes juveniles no están agobiadas por los cuidados. Mientras
están así libres, deben dedicar lo mejor de su fuerza a Dios.
Estamos viviendo en una época desdichada para los niños. Se
siente una fuerte corriente que arrastra hacia abajo, hacia la perdi-
ción, y se necesita algo más que una experiencia y fuerza de niño
para remontar esa corriente y no ser llevado por ella. Los jóvenes en
general parecen cautivos de Satanás, y éste y sus ángeles los llevan
a una destrucción segura. Satanás y sus huestes hacen guerra contra
el gobierno de Dios. A todos los que tienen deseo de entregar su
corazón al Señor y de obedecer sus requerimientos, Satanás tratará
de hacerles sufrir perplejidades y de vencerlos con sus tentaciones,
a fin de que se desalienten y renuncien a la lucha.
Padres, ayudad a vuestros hijos. Despertad del letargo que ha pe-
sado sobre vosotros. Velad continuamente para detener la corriente
y rechazar el peso del mal que Satanás está echando sobre vuestros
hijos. Los niños no pueden hacer esto de por sí, pero los padres
pueden hacer mucho. Mediante la oración ferviente y la fe viva,
ganarán grandes victorias. Algunos padres no se han dado cuenta
de las responsabilidades que pesan sobre ellos, y han descuidado
la educación religiosa de sus hijos. Por la mañana, los primeros
pensamientos del cristiano deben fijarse en Dios. Los trabajos mun-
danales y el interés propio deben ser secundarios. Debe enseñarse a
los niños a respetar y reverenciar la hora de oración. Antes de salir
de la casa para ir a trabajar, toda la familia debe ser convovocada, y
el padre, o la madre en ausencia del padre, debe rogar con fervor a
Dios que los guarde durante el día. Acudid con humildad, con un