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Joyas de los Testimonios 1
corazón lleno de ternura, presintiendo las tentaciones y peligros que
os acechan a vosotros y a vuestros hijos, y por la fe atad a estos
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últimos sobre el altar, solicitando para ellos el cuidado del Señor.
Los ángeles ministradores guardarán los niños así dedicados a Dios.
Es el deber de los padres creyentes levantar así, mañana y tarde,
por ferviente oración y fe perseverante, una valla en derredor de sus
hijos. Deben instruirlos con paciencia, enseñándoles bondadosa e
incansablemente a vivir de tal manera que agraden a Dios.
La debida disciplina y educación
La impaciencia de los padres excita la de los hijos. La ira ma-
nifestada por los padres, crea ira en los hijos, y despierta lo malo
de su naturaleza. Algunos padres corrigen a sus hijos severamente
con impaciencia, y muchas veces con ira. Tales correcciones no
producen ningún buen resultado. Al tratar de corregir un mal, se
crean dos. La censura continua y el castigo corporal endurecen a los
niños y los separan de sus padres.
Estos deben aprender primero a dominarse a sí mismos; y enton-
ces podrán dominar con más éxito a sus hijos. Cada vez que pierden
el dominio propio, y hablan y obran con impaciencia, pecan contra
Dios. Deben primero razonar con sus hijos, señalarles claramente
sus equivocaciones, mostrarles su pecado, y hacerles comprender
que no sólo han pecado contra sus padres, sino contra Dios. Te-
niendo vuestro propio corazón subyugado y lleno de compasión y
pesar por vuestros hijos errantes, orad con ellos antes de corregirlos.
Entonces vuestra corrección no hará que vuestros hijos os odien.
Ellos os amarán. Verán que no los castigáis porque os han causado
inconvenientes, ni porque queréis desahogar vuestro desagrado so-
bre ellos, sino por un sentimiento del deber, para beneficio de ellos,
a fin de que no se desarrollen en el pecado.
Algunos padres no han dado educación religiosa a sus hijos,
y han descuidado también su educación escolar. Ni la una ni la
otra debieran haberse descuidado. Las mentes de los niños son
activas, y si ellos no se dedican al trabajo físico o se ocupan en el
estudio, quedarán expuestos a las malas influencias. Es un pecado
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de parte de los padres dejar a sus hijos crecer en la ignorancia.
Deben proporcionarles libros útiles e interesantes, deben enseñarles