Página 154 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Andad en la lu
Me fué revelado que los hijos de Dios moran demasiado bajo una
nube. No es voluntad de su Padre que ellos vivan en incredulidad.
Jesús es luz, y en él no hay tinieblas. Sus hijos son hijos de la luz.
Son renovados a su imagen y llamados de las tinieblas a su luz
admirable. El es la luz del mundo, y lo mismo son los que le siguen.
No deben andar en tinieblas, sino tener la luz de la vida. Cuanto
más lucha el pueblo de Dios para imitar a Cristo, con tanta mayor
perseverancia será perseguido por el enemigo; pero al estar cerca de
Cristo se fortalece para resistir los esfuerzos que hace nuestro astuto
enemigo para apartarlo de Jesús.
Me fué mostrado que establecemos demasiadas comparaciones
entre nosotros mismos, tomando a hombres falibles por nuestro
modelo, cuando tenemos un Dechado seguro e infalible. No debemos
medirnos por el mundo, ni por las opiniones de los hombres, ni por lo
que éramos antes de aceptar la verdad. Nuestra fe y nuestra posición
en el mundo, tal como son ahora, deben compararse con lo que
habrían sido si nuestra senda nos hubiese llevado siempre hacia
adelante y hacia arriba desde que profesamos seguir a Cristo. Esta es
la única comparación que se puede hacer sin peligro. En cualquier
otra que se haga, habrá engaño. Si el carácter moral y el estado
espiritual de los hijos de Dios no corresponden a las bendiciones,
los privilegios y la luz que él les ha concedido, aquéllos son pesados
en la balanza, y los ángeles los declaran faltos.
Algunos parecen ignorar su verdadero estado. Ven la verdad,
pero no perciben su importancia ni sus requerimientos. Oyen la
verdad, pero no la comprenden plenamente, porque no amoldan su
vida a ella, y por lo tanto no son santificados por la obediencia. Y
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sin embargo, permanecen tan despreocupados y satisfechos como
si los precediese la nube de día y la columna de fuego de noche,
como señales del favor de Dios. Profesan conocer a Dios, pero en sus
obras lo niegan. Se declaran su pueblo escogido y peculiar, pero su
Testimonios para la Iglesia 1:405-409 (1863)
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