Página 161 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

Basic HTML Version

Falsificación de los dones del espíritu
157
ninguno que decir de vosotros.”
Tito 2:1-8
. Esta instrucción fué
escrita para beneficio de todos aquellos a quienes Dios ha llamado
a predicar la Palabra y también para beneficio de sus hijos que la
oyen.
La verdad eleva
La verdad de Dios no degradará nunca al que la reciba, sino que
lo elevará, refinará su gusto, santificará su juicio y lo perfeccionará
para que pueda estar en compañía de los ángeles puros y santos en
el reino de Dios. A algunos la verdad los encuentra toscos, rudos,
singulares, jactanciosos; son personas que se aprovechan de sus
vecinos si pueden, para beneficiarse a sí mismas y que yerran de
muchas maneras; sin embargo, cuando creen en la verdad de todo
corazón, ésta realiza un cambio completo en su vida. Comienza
inmediatamente una obra de reforma.
La influencia pura de la verdad elevará a todo el ser. En su trato
comercial con sus semejantes, tendrá presente el temor de Dios;
[165]
amará a su prójimo como a sí mismo y lo tratará como quisiera
ser tratado. Su conversación será veraz, casta y de un carácter tan
elevado que los incrédulos no podrán valerse de ella ni decir mal de
él con justicia, ni quedarán disgustados por sus modales descorteses
y conversación inconveniente. Introducirá la influencia santificadora
de la verdad en su familia, y delante de ella dejará brillar su luz de
tal manera que, viendo sus buenas obras, pueda glorificar a Dios. En
todas las ocupaciones de la vida, ejemplificará la de Cristo.
Nuestro blanco es la perfección
La ley de Dios no se conformará con nada que no sea la perfec-
ción, una obediencia perfecta y completa a todos sus requerimientos.
De nada valdrá cumplirlos a medias, y no prestar una obediencia
perfecta y cabal. El mundano y el incrédulo admiran a los que son
consecuentes, y siempre han sido poderosamente convencidos de
que Dios estaba en verdad con su pueblo cuando sus obras han
correspondido a su fe. “Por sus frutos los conoceréis.”
Mateo 7:16
.
Cada árbol se conoce por sus frutos. Nuestras palabras y nuestras
acciones son el fruto que llevamos.