Página 163 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Falsificación de los dones del espíritu
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Grupitos de almas inquietas
Continuamente surgen grupitos de personas que creen que Dios
está únicamente con los muy pocos y muy dispersos. La influencia
de los tales tiende a derribar y dispersar lo que edifican los siervos de
Dios. Los espíritus inquietos que desean constantemente ver y creer
algo nuevo surgen de continuo, algunos en un lugar y otros en otro,
haciendo todos una obra especial por el enemigo y, sin embargo,
pretendiendo tener la verdad. Se destacan como separados del pueblo
a quien Dios está conduciendo y prosperando, y por medio de quien
él va a hacer su gran obra. Expresan constantemente sus temores de
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que el cuerpo de los observadores del sábado se está volviendo como
el mundo; pero apenas habrá dos de estas personas que concuerden
en sus opiniones. Están dispersas y confusas, y sin embargo, se
engañan hasta el punto de creer que Dios las acompaña en forma
especial. Algunas de ellas profesan tener entre sí los dones; pero por
la influencia y enseñanza de estos dones son inducidas a dudar de
aquellos a quienes Dios ha impuesto la carga especial de su obra, y
a desviar del cuerpo a una clase de personas. Los que, de acuerdo
con la Palabra de Dios están haciendo todo esfuerzo para unirse, que
están establecidos en el mensaje del tercer ángel, son considerados
sospechosos, por la razón de que están extendiendo sus labores y
ganando almas para la verdad. Se los considera mundanos porque
ejercen influencia sobre el mundo y porque sus actos atestiguan que
esperan que Dios haga todavía una obra grande y especial en la tierra
para sacar un pueblo y prepararlo para la aparición de Cristo.
Esta clase de personas no sabe realmente lo que cree, ni las
razones de su creencia. Nunca aprenden y nunca pueden llegar al
conocimiento de la verdad. Se levanta un hombre con opiniones
extraviadas y erróneas, y asevera que Dios le ha enviado con una luz
nueva y gloriosa, y que todos deben creer lo que predica. Algunos
que no tienen fe establecida, que no están sujetos al cuerpo, sino
que andan al garete sin ancla que los retenga, reciben ese viento
de doctrina. La luz de aquel hombre resplandece de tal manera que
induce al mundo a apartarse de él con disgusto y aborrecimiento.
Entonces se coloca con espíritu blasfemo al lado de Cristo, y asevera
que el mundo le aborrece por la misma razón que aborreció a Cristo.