Página 166 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
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Hay en la naturaleza humana una tendencia a ir a los extremos, y
de un extremo a otro completamente opuesto. Muchos son fanáticos.
Los consume un ardiente celo que toman equivocadamente por
religión; pero el carácter es la verdadera prueba del discipulado.
¿Tienen la mansedumbre de Cristo? ¿Tienen su humildad y dulce
benevolencia? ¿Han despojado el centro de su alma del orgullo, la
arrogancia, el egoísmo y la censura? Si no lo han hecho, no saben
de qué espíritu están animados. No comprenden que el verdadero
cristianismo consiste en llevar mucho fruto para la gloria de Dios.
Otros van a un extremo en su conformidad con el mundo. No hay
una línea de separación clara y distinta entre ellos y los mundanos. Si
en un caso los hombres son ahuyentados de la verdad por un espíritu
de censura duro y condenatorio, en este otro se ven inducidos a
concluir que el cristiano profeso carece de principios, y no conoce
cambio de corazón o de carácter. “Así alumbre vuestra luz delante
de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos” (
Mateo 5:16
), son las palabras
de Cristo
* * * * *
El Señor requiere que su pueblo emplee su razón y no la ponga
a un lado en favor de las impresiones. Su obra será inteligible para
todos sus hijos. Su enseñanza será tal que se recomiende al enten-
dimiento de los espíritus inteligentes. Está calculada para elevar
la mente. El poder de Dios no se manifiesta en toda ocasión. La
necesidad del hombre es la oportunidad de Dios
[171]
Cuando los que han presenciado y experimentado falsas mani-
festaciones quedan convencidos de su equivocación, Satanás saca
ventaja de su error, y se lo recuerda constantemente, para inspirarles
temor a toda manifestación espiritual; y de esta manera procura des-
truir su fe en la verdadera piedad. Debido a que estuvieron una vez
engañados, temen hacer cualquier esfuerzo por medio de la oración
ferviente a Dios en busca de ayuda especial y victoria. Los tales no
Testimonios para la Iglesia 5:305, 306 (1885)
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Testimonios para la Iglesia 1:230 (1861)
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