La oración de David
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expuesto al oprobio de los enemigos del Señor. Sintiendo esta preo-
cupación, rogó fervientemente: “No me deseches en el tiempo de la
vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares. ... Oh Dios,
enseñásteme desde mi mocedad; y hasta ahora he manifestado tus
maravillas. Y aun hasta la vejez y las canas; oh Dios, no me des-
ampares, hasta que denuncie tu brazo a la posteridad, tus valentías
a todos los que han de venir.”
Salmos 71:9, 17, 18
. David sentía
la necesidad de precaverse contra los males que acompañan a la
senectud.
Sucede con frecuencia que las personas ancianas no están dis-
puestas a comprender ni reconocer que su fuerza mental está deca-
yendo. Acortan sus días asumiendo preocupaciones que correspon-
den a sus hijos. Satanás obra a menudo sobre su imaginación y las
induce a sentir una ansiedad continua respecto de su dinero. Llega a
ser su ídolo y lo guardan con cuidado avariento. Hasta se privarán a
veces de muchas de las comodidades de la vida y trabajarán más de
lo que les permiten sus fuerzas, antes de usar los recursos que tienen.
De esta manera sufren constante necesidad por temor a que en algún
tiempo futuro hayan de pasar miseria. Todos estos temores tienen
su origen en Satanás. El excita los órganos que los inducen a sentir
temores y celos serviles que corrompen la nobleza del alma y des-
truyen los pensamientos y sentimientos elevados. Las tales personas
son insanas respecto del dinero. Si ellas asumiesen la actitud que
Dios quiere que asuman, sus postreros días podrían ser los mejores
y más felices. Los que tienen hijos en cuya honradez y juicioso
manejo tienen motivos para confiar, deben dejar que sus hijos los
hagan felices. A menos que obren así, Satanás se aprovechará de
su falta de fuerza mental, y lo manejará todo en su lugar. Deben
deponer la ansiedad y las cargas, ocupar su tiempo tan felizmente
como puedan, y prepararse así para el cielo.
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