La debida observancia del sábad
El 25 de diciembre de 1865 se me indicó que se ha observado
el sábado con demasiada negligencia. No ha habido prontitud para
cumplir los deberes regulares durante los seis días de trabajo que
Dios ha dado al hombre, ni cuidado para no usurpar una hora del
tiempo santo y sagrado que él se ha reservado. No hay negocios
humanos que deban ser considerados de suficiente importancia para
hacerle a uno transgredir el cuarto precepto de Jehová.
Hay casos en los cuales Cristo mismo ha dado permiso para
trabajar aun en el sábado, como cuando se trata de salvar la vida de
hombres o de animales. Pero si violamos la letra del cuarto man-
damiento para beneficiarnos desde un punto de vista pecuniario,
llegamos a ser violadores del sábado y somos culpables de trans-
gredir todos los mandamientos; porque si ofendemos en un punto
somos culpables en todos.
Si, a fin de ahorrar nuestros bienes, violamos el mandamiento
expreso de Jehová, ¿dónde nos detendremos? ¿Dónde fijaremos los
límites? Si transgredimos en un asunto pequeño, y lo consideramos
como si no fuese pecado particular de nuestra parte, la conciencia se
endurece, las sensibilidades se embotan, a tal punto que podemos ir
más lejos, y realizar bastante trabajo y seguir lisonjeándonos de ser
observadores del sábado cuando, según la norma de Cristo, estamos
violando cada uno de los santos preceptos de Dios. Los observadores
del sábado están en falta al respecto; pero Dios es muy escrupuloso,
y todos los que sientan que están ahorrando un poco de tiempo, u
obteniendo ventajas por usurpar un poco del tiempo del Señor, tarde
o temprano sufrirán una pérdida. El no los puede bendecir como le
agradaría hacerlo, porque su nombre es deshonrado por ellos, y sus
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preceptos menospreciados. La maldición de Dios recae sobre ellos
y perderán diez o veinte veces más de lo que ganan. “¿Robará el
hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado.”
Malaquías 3:8
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Testimonios para la Iglesia 1:531-533 (1867)
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