Página 196 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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La separación del mund
Se nos ordena que, sea que comamos, bebamos o hagamos cual-
quier otra cosa, lo hagamos todo para gloria de Dios. ¿Cuántos obran
por principios más bien que por impulsos, y obedecen esta orden al
pie de la letra? ¿Cuántos de los jóvenes discípulos de la localidad
de *** han hecho de Dios su apoyo y heredad, y han procurado
fervientemente conocer y hacer su voluntad? Hay muchos que son
siervos de Cristo de nombre, pero no en verdad.
Cuando uno se rige por los principios religiosos, corre poco
peligro de cometer graves errores, porque el egoísmo, que siempre
enceguece y engaña, queda subordinado. El sincero deseo de hacer
bien a otros, predomina de tal manera que se olvida al yo. El sustentar
firmes principios religiosos es un tesoro inestimable. Es la influencia
más pura, elevada y sublime que pueden sentir los mortales. Los que
disponen de ella, cuentan con un ancla. Reflexionan antes de dar
un solo paso, no sea que su efecto perjudique a otros y los aparte
de Cristo. Preguntan constantemente: Señor, ¿cómo puedo servirte
mejor, y glorificar tu nombre en la tierra? ¿Cómo puedo conducir
mi vida para alabar tu nombre en la tierra e inducir a otros a amarte,
servirte y honrarte? Permíteme tan sólo desear y elegir cumplir tu
voluntad. Sean las palabras y el ejemplo de mi Redentor la luz y
fortaleza de mi corazón. Mientras confíe en él, no me dejará perecer.
El será mi corona de regocijo.
Si tomamos equivocadamente la sabiduría del hombre por la
de Dios, nos extraviará la insensatez de la sabiduría humana. Tal
es el gran peligro de muchos de los que están en ***. No tienen
experiencia propia. No han seguido el hábito de considerar con
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oración por su cuenta, sin prejuicios, las cuestiones y los temas
nuevos que puedan surgir. Esperan para ver lo que piensan otros.
El disentimiento ajeno es todo lo que se necesita para convencerlos
de que el tema considerado carece de importancia. Aunque esta
clase de personas es numerosa, ello no cambia el hecho de que no
Testimonios para la Iglesia 2:129-133 (1868)
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