Página 237 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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El engaño de las riqueza
Querida Hna. M***: Cuando el Señor me mostró su caso, se me
hizo recordar lo que pasó hace muchos años, cuando Vd. creía en la
próxima venida de Cristo. Vd. esperaba y amaba su aparición. ...
La vi a Vd. luchar con la pobreza, para sostenerse a sí misma y a
sus hijos. Muchas veces Vd. no sabía qué hacer, y el porvenir parecía
obscuro e incierto. En su angustia, clamaba al Señor y él la consolaba
y ayudaba, y en derredor suyo brillaban rayos de esperanza y luz.
¡Cuánto apreciaba a Dios en esas ocasiones! ¡Cuán dulce era su amor
consolador! Le parecía que tenía un precioso tesoro depositado en el
cielo. Y al considerar la recompensa de los afligidos hijos de Dios,
¡cuánto la consolaba poder llamarle Padre!...
Mi atención fué dirigida a sus deseos de poseer recursos. El
sentimiento de su corazón era: “¡Oh, si tan sólo tuviese medios, no
los despilfarraría! Daría un ejemplo a los avaros y mezquinos. Les
mostraría la gran bendición que se recibe al hacer bien.” Su alma
aborrecía la codicia. Al ver que quienes poseían abundantes riquezas
cerraban su corazón al clamor de los menesterosos, Vd. decía: “Dios
los visitará y los recompensará según sus obras.” Y cuando veía a
los ricos enorgullecidos, que rodeaban su corazón de egoísmo, como
con ligaduras de hierro, comprendía que ellos eran más pobres que
Vd. misma, aun cuando pasaba necesidades y sufrimientos. Cuando
veía que estos hombres, orgullosos de sus riquezas, obraban con
altanería, porque el dinero tiene poder, se compadecía de ellos y
nada la habría inducido a cambiar de lugar con ellos. Sin embargo,
Vd. deseaba recursos a fin de usarlos de una manera que reprendiese
a los codiciosos.
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Dios dijo al ángel que la había atendido hasta entonces: “La he
probado en la pobreza y la aflicción, y ella no se ha separado de mí
ni se ha rebelado contra mí. Ahora la probaré con la prosperidad.
Le revelaré un aspecto del corazón humano con el cual ella no
está familiarizada. Le mostraré que el dinero es el enemigo más
Testimonios para la Iglesia 2:268-288 (1869)
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