Página 250 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

Basic HTML Version

246
Joyas de los Testimonios 1
iniquidad.” “ Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el
Señor no me oyera.”
Salmos 5:4, 5
;
66:18
.
Este no es un caso aislado. Aun las relaciones matrimoniales no
eran suficientes para preservar a este hombre de los hábitos corrom-
pidos de su juventud. ¡Ojalá se me pudiera convencer de que los
casos como el que presenté son raros; pero sé que son frecuentes!
Los hijos que nacen de padres dominados por pasiones corrompidas
resultan inútiles. ¿Qué puede esperarse de tales hijos, sino que se
hundan aún más bajo que sus padres? ¿Qué puede esperarse de
esta generación naciente? Miles carecen de principios. Estos mis-
mos transmiten a su posteridad sus propias pasiones miserables y
[259]
corruptas. ¡Qué legado! Miles arrastran sus vidas sin principios,
contaminan a los que viven con ellos; y perpetúan sus pasiones
degradadas, transmitiéndolas a sus hijos. Asumen la responsabilidad
de darles la estampa de su propio carácter.
La relación de la alimentación con la moralidad
Vuelvo al caso de los cristianos. Si todos los que profesan obe-
decer la ley de Dios estuvieran libres de iniquidad, mi alma quedaría
aliviada; pero no lo están. Aun algunos de los que profesan guar-
dar todos los mandamientos de Dios son culpables del pecado de
adulterio. ¿Qué puedo decir para despertar sus sensibilidades em-
botadas? Los principios morales, aplicados estrictamente, son la
única salvaguardia del alma. Si hubo alguna vez un tiempo en que
la alimentación debía ser de la clase más sencilla, es ahora. No debe
ponerse carne delante de nuestros hijos. Su influencia tiende a ex-
citar y fortalecer las pasiones inferiores, y tiende a amortiguar las
facultades morales. Los cereales y las frutas, preparados sin grasa y
en forma tan natural como sea posible, deben ser el alimento des-
tinado a todos aquellos que aseveran estar preparándose para ser
trasladados al cielo. Cuanto menos excitante sea nuestra alimenta-
ción, tanto más fácil será dominar las pasiones. La complacencia
del gusto no debe ser consultada sin tener en cuenta la salud física,
intelectual o moral.
La satisfacción de las pasiones más bajas inducirá a muchos
a cerrar los ojos a la luz, porque temen ver pecados que no están
dispuestos a abandonar. Todos pueden ver si lo desean. Si prefieren