Página 261 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Las reuniones de Testimonios y de oració
Recibí hace poco una carta de un hermano a quien respeto en
gran manera, en la cual me preguntaba cómo deben dirigirse las
reuniones. Deseaba saber si se deben ofrecer muchas oraciones en
sucesión, y luego descansar unos momentos, y hacerse otra vez unas
cuantas oraciones.
Por la luz que he recibido al respecto, he decidido que Dios
no exige que, cuando nosotros nos reunimos para rendirle culto,
hagamos tediosos y cansadores estos momentos, permaneciendo de
rodillas largo tiempo, escuchando varias largas oraciones. Aquellos
cuya salud es débil no pueden soportar este recargo sin agotarse y
cansarse hasta el extremo. El cuerpo se cansa al permanecer postrado
demasiado tiempo; y lo peor es que la mente se cansa de tal manera
por el ejercicio continuo de la oración, que no se obtiene ningún
refrigerio espiritual y el tiempo pasado en las reuniones está más
que perdido. Los asistentes se cansan mental y físicamente, y no
obtienen fortaleza espiritual.
Las reuniones para el público y las de oración no deben ser
tediosas. Si es posible, todos deben llegar puntualmente a la hora
señalada; y a los morosos que lleguen con media hora o quince
minutos de atraso no se los debe esperar. Aun cuando no haya más
de dos presentes, ellos pueden pedir el cumplimiento de la promesa.
La reunión debe iniciarse a la hora señalada, si es posible, sean pocos
o muchos los presentes. Debe, ponerse a un lado la formalidad y
la fría rigidez, y todos deben cumplir puntualmente con su deber.
En las ocasiones comunes, no debe hacerse oración durante más
de diez minutos. Después que ha habido un cambio de posición y
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el ejercicio del canto o de la exhortación ha aliviado la monotonía,
entonces si algunos se sienten inducidos a hacerlo, permítaseles orar.
Testimonios para la Iglesia 2:577-582 (1871)
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