La recreación cristian
He estado pensando en el contraste que habría entre nuestra
reunión de hoy aquí y las reuniones que celebran generalmente los
incrédulos. En vez de hacer oración y mencionar a Cristo y las cosas
religiosas, se oirían risas torpes y conversaciones triviales. Su objeto
sería pasar momentos alegres. La reunión comenzaría con insensatez
y terminaría con vanidad. Nosotros queremos que estas reuniones
sean dirigidas de tal manera, y que nosotros nos conduzcamos de tal
modo que podamos volver a nuestros hogares con una conciencia
libre de ofensa contra Dios y el hombre, con el conocimiento de
que no hemos herido en nada a aquellos con quienes nos hemos
asociado, ni hemos ejercido influencia perniciosa sobre ellos.
En esto fracasan muchos. No consideran que son responsables
de la influencia que ejercen diariamente; que deben dar cuenta a
Dios de las impresiones que causan y de la influencia que difunden
en todo su trato de la vida. Si esta influencia es tal que tienda a
apartar de Dios la mente de otros y atraerlos hacia la vanidad y la
insensatez, induciéndolos a buscar su propio placer en diversiones y
complacencias insensatas, tendrán que dar cuenta de ello. Y si estas
personas son hombres y mujeres de influencia, si su posición es tal
que su ejemplo afectará a otros, recaerá sobre ellos un pecado mayor
por no regir su conducta de acuerdo con la norma bíblica.
La ocasión que estamos celebrando hoy concuerda precisamente
con mis ideas acerca de la recreación. He procurad
exponer mis
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opiniones al respecto, pero es más fácil ilustrarlas que exponerlas.
Estuve en este terreno hace más o menos un año, cuando había una
reunión similar a ésta. Casi todo transcurrió muy agradablemente en-
tonces, pero había algunas cosas que objetar. Algunos se entregaron
Transcrito tal como fué pronunciado ante un grupo de unas doscientas personas que
estaban disfrutando de momentos de recreación a orillas del lago Goguac, cerca de Battle
Creek, estado de Míchigan, en mayo de 1870.
Testimonios para la Iglesia 2:585-587 (1871)
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Testimonios para la Iglesia 2:585-587 (1871)
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