Página 297 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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El trigo y la cizaña
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no dedicarnos a ponerlas en orden, trabajando con nuestro propio
espíritu.
La obra hecha en *** fué prematura, y ocasionó una separación
inoportuna en esa pequeña iglesia. Si los siervos de Dios pudiesen
haber sentido la fuerza de la lección que dió nuestro Salvador en la
parábola del trigo y la cizaña, no habrían emprendido la obra que
emprendieron. Antes que se den pasos que hayan de brindar aun a
los más indignos la menor ocasión de quejarse por verse separados
de la iglesia, el asunto debe ser hecho siempre objeto de la más
cuidadosa consideración y ferviente oración.
En *** se tomaron medidas que crearon un partido opositor.
Algunos eran oidores del lado del camino, otros eran terreno pe-
dregoso, y otros aun pertenecían a esa clase que recibió la verdad
mientras había en el corazón una cantidad de espinas que ahogaron
la buena semilla; éstos no habrían perfeccionado nunca un carácter
cristiano. Pero había unos pocos que podrían haber sido nutridos
y fortalecidos, y haberse establecido en la verdad; pero la posición
asumida por los Hnos. R*** y S*** provocó una crisis prematura;
y luego se manifestó falta de sabiduría y juicio en el trato con la
facción.
Aun cuando las personas merezcan tanto ser separadas de la
iglesia como Satanás mereció ser echado del cielo, habrá quienes
simpaticen con ellas. Hay siempre una clase de personas que siente
más la influencia de los humanos que la del Espíritu de Dios y de
los sanos principios; y dada su falta de consagración, están siempre
dispuestas a ponerse de parte del mal y a conceder su compasión y
compañía a los que menos las merecen. Estos simpatizantes ejercen
una influencia poderosa sobre los demás; ven las cosas en una luz
pervertida, hacen mucho daño y muchas almas quedan arruinadas.
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Satanás, al rebelarse, arrastró consigo a una tercera parte de los
ángeles. Estos se apartaron del Padre y del Hijo, y se unieron con el
instigador de la rebelión. Teniendo presentes estos hechos, debemos
obrar con la mayor cautela. ¿Qué podemos esperar sino pruebas y
perplejidad en nuestra relación con hombres y mujeres singulares?
Debemos soportar esto y evitar la necesidad de arrancar la cizaña,
no sea que el trigo sea desarraigado también.