Página 298 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
La bendición de las pruebas y la adversidad
“En el mundo tendréis aflicción” (
Juan 16:33
), dice Cristo, pero
en mí tendréis paz. Las pruebas a las cuales son sometidos los
cristianos en la tristeza, la adversidad y el oprobio, son los medios
designados por Dios para separar el tamo del trigo. Nuestro orgullo,
egoísmo, malas pasiones y amor de los placeres mundanales, deben
ser todos vencidos; por lo tanto Dios nos manda aflicciones para
probarnos, y mostrarnos que existen estos males en nuestro carácter.
Debemos vencer por su fuerza y por su gracia, a fin de participar de
la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está
en el mundo por la concupiscencia. “Porque lo que al presente es
momentáneo y leve de nuestra tribulación,—dice Pablo—nos obra
un sobremanera alto y eterno peso de gloria; no mirando nosotros a
las cosas que se ven, sino a las que no se ven: porque las cosas que se
ven son temporales, mas las que no se ven son eternas.”
2 Corintios
4:17, 18
. Las aflicciones, las cruces, las tentaciones, la adversidad
y nuestras variadas pruebas, son los medios que emplea Dios para
refinarnos, santificarnos y hacernos dignos de su alfolí celestial.
El daño hecho a la causa de Dios por las acciones prematuras
no puede nunca repararse plenamente. En *** la causa de Dios no
ha progresado como habría podido hacerlo, y no es apreciada por
la gente como antes que se hiciese esa obra. Con frecuencia, hay
entre nosotros personas cuya influencia parece ser simplemente un
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cero a la izquierda; su vida parece inútil; pero si se les permite que
se vuelvan rebeldes y combativas, se truecan en celosos obreros de
Satanás. Esta obra está más de acuerdo con los sentimientos del
corazón natural.
Es muy necesario el examen propio y la oración secreta. Dios
ha prometido sabiduría a quienes se la pidan. A menudo emprenden
la labor misionera quienes no están preparados para ella. Cultivan
un celo exterior mientras descuidan la oración secreta. Cuando tal
es el caso, se causa mucho daño, pues estos obreros procuran regir
las conciencias de otros por sus propias normas. Necesitan mucho
dominio propio. Las palabras apresuradas despiertan contienda. El
Hno. S*** corre el peligro de ceder a un espíritu de crítica mordaz.
Esto no cuadra en los ministros de justicia.