Página 30 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Prepárate para encontrarte con tu Dio
Vi que no debemos retrasar la venida del Señor. Dijo el ángel:
“Preparaos, preparaos, para lo que va a venir sobre la tierra. Corres-
pondan vuestras obras a vuestra fe.” Vi que el ánimo debe apoyarse
en Dios, que debemos ejercer nuestra influencia en favor de Dios y
su verdad. No podemos honrar al Señor mientras seamos negligentes
e indiferentes. No podemos glorificarle cuando estamos descorazo-
nados. Debemos tener fervor para asegurar nuestra propia salvación,
y para salvar a otros. Debemos conceder suma importancia a esto, y
considerar secundario todo lo demás.
Vi la belleza del cielo. Oí a los ángeles cantar sus himnos arro-
badores, tributando alabanza, honra y gloria a Jesús. Pude entonces
percibir vagamente el prodigioso amor del Hijo de Dios. El aban-
donó toda la gloria, toda la honra que se le tributaba en el cielo, y
se interesó de tal manera en nuestra salvación que, con paciencia
y mansedumbre, soportó toda injuria y escarnio que los hombres
quisieron imponerle. Fué herido, azotado y afligido; se lo extendió
sobre la cruz del Calvario, y sufrió la muerte más atroz para salvar-
nos de la muerte; para que pudiésemos ser lavados en su sangre,
y resucitar para vivir con él en las mansiones que está preparando,
donde disfrutaremos la luz y la gloria del cielo, y oiremos cantar a
los ángeles y cantaremos con ellos.
Vi que todo el cielo se interesaba en nuestra salvación; y ¿ha-
bremos de ser nosotros indiferentes? ¿Seremos negligentes como
si fuese asunto de poca monta el que seamos salvos o perdidos?
¿Despreciaremos el sacrificio que fué hecho por nosotros? Algunos
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han obrado así. Han jugado con la misericordia que se les ofrecía
y el desagrado de Dios pesa sobre ellos. No siempre habrá de que-
dar entristecido el Espíritu de Dios. Si se le contrista algo más, se
apartará. Después que se haya hecho todo lo que Dios podía hacer
para salvar a los hombres, y ellos por su vida hayan demostrado
que desprecian la misericordia ofrecida por Jesús, la muerte será su
Testimonios para la Iglesia 1:123-126 (1855)
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