Página 302 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
Por otro lado, no se debe dejar a los jóvenes que piensen y
actúen independientemente del juicio de sus padres y maestros.
Debe enseñárseles a los niños a respetar el juicio experimentado
y a ser guiados por sus padres y maestros. Se los debe educar de
tal manera que sus mentes estén unidas con las de sus padres y
maestros, y se los ha de instruir para que comprendan lo conveniente
que es escuchar sus consejos. Entonces, cuando se aparten de la
mano guiadora de sus padres y maestros, su carácter no será como
el junco que tiembla al viento.
En el caso de que no se les enseñe a los jóvenes a pensar debi-
damente y actuar por su cuenta, en la medida en que lo permita su
capacidad e inclinación mental, a fin de que por este medio pueda
desarrollarse su pensamiento, su sentido de respeto propio, y su
confianza en su propia capacidad de obrar, el adiestramiento severo
producirá siempre una clase de seres débiles en fuerza mental y
moral. Y cuando se hallen en el mundo para actuar por su cuenta,
revelarán el hecho de que fueron adiestrados como los animales,
y no educados. Su voluntad, en vez de ser guiada, fué forzada a
someterse por la dura disciplina de padres y maestros.
Aquellos padres y maestros que se jactan de ejercer el dominio
completo de la mente y la voluntad de los niños que están bajo su
cuidado, dejarían de jactarse si pudiesen ver la vida futura de los
niños así dominados por la fuerza o el temor. Carecen casi comple-
tamente de preparación para compartir las severas responsabilidades
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de la vida. Cuando estos jóvenes ya no estén bajo el cuidado de
sus padres y maestros, y estén obligados a pensar y actuar por su
cuenta, es casi seguro que seguirán una conducta errónea y cederán
al poder de la tentación. No tienen éxito en esta vida; y se advierten
las mismas deficiencias en su vida religiosa. Si los instructores de
los niños y los jóvenes pudiesen ver desplegados delante de ellos
el resultado futuro de su disciplina errónea, cambiarían su plan de
educación. Esa clase de maestros que se congratulan de dominar casi
por completo la voluntad de sus alumnos, no son los que tienen más
éxito, aunque momentáneamente las apariencias sean halagadoras.
Dios no quiso nunca que una mente humana estuviese bajo el
dominio completo de otra. Los que se esfuerzan porque la individua-
lidad de sus alumnos se funda en la suya, para ser mente, voluntad
y conciencia de ellos, asumen terribles responsabilidades. Estos