Peligro de los aplauso
Se me ha mostrado que debe ejercerse gran cautela, aun cuando
se necesite aliviar la pesada carga que oprime a hombres y mujeres,
no sea que éstos confíen en su propia sabiduría y dejen de fiar
únicamente en Dios. Es peligroso adular a las personas o ensalzar la
capacidad de un ministro de Cristo. En el día de Dios, muchos serán
pesados en la balanza y hallados faltos por causa del ensalzamiento.
Quisiera amonestar a mis hermanos y hermanas a que nunca adulen a
las personas por causa de su capacidad; porque esto las perjudica. El
yo se ensalza fácilmente, y como consecuencia, las personas pierden
el equilibrio. Repito a mis hermanos y hermanas: Si queréis que
vuestras almas estén limpias de la sangre de todos los hombres,
nunca aduléis ni alabéis los esfuerzos de pobres mortales; porque
ello puede causar su ruina. Es peligroso ensalzar por palabras y
acciones a los hermanos o hermanas, por humildes que parezcan
ser en su conducta. Si ellos poseen realmente el espíritu manso y
humilde que Dios estima tan altamente, ayudadles a retenerlo. Esto
no se hará censurándolos, ni dejando de apreciar debidamente su
verdadero valor. Pero son pocos los que pueden soportar sin perjuicio
la alabanza.
Algunos ministros capaces que están ahora predicando la ver-
dad presente, aman la aprobación. El aplauso los estimula como
el vaso de vino al bebedor. Colocad a estos ministros frente a una
congregación pequeña que no prometa excitación especial ni provo-
que oposición definida, y perderán su interés y celo y parecerán tan
lánguidos en la obra como el bebedor cuando se ve privado de su
dosis de bebida. Estos hombres no llegarán a ser obreros verdaderos
y prácticos hasta que hayan aprendido a trabajar sin la excitación
del aplauso.
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Testimonios para la Iglesia 3:185, 186 (1872)
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