Una súplica a los jóvenes
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obligaba a ir, a todo niño y joven, y a todo hombre y mujer. Debido
a que los pecadores no aceptarán la salvación que se les ofrece
gratuitamente, ¿quedarán libres de sus obligaciones? El hecho de
que decidan permanecer en pecado y audaz transgresión, no reduce
su culpabilidad. Jesús pagó un precio por ellos y le pertenecen. Son
su propiedad; y si no quieren obedecer a Aquel que dió su vida por
ellos, y dedican su tiempo, fortaleza y talento al servicio de Satanás,
están ganando su salario, que es la muerte.
La gloria inmortal y la vida eterna son la recompensa que nuestro
Redentor ofrece a los que quieran obedecerle. Gracias a él, es posible
que ellos perfeccionen su carácter cristiano mediante su nombre y
venzan por su cuenta como él venció en su favor. Les ha dado
un ejemplo en su propia vida, mostrándoles cómo pueden vencer.
“Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Romanos 6:23
.
Los derechos de Dios son igualmente válidos para todos. Los que
prefieren descuidar la gran salvación que se les ofrece gratuitamente;
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los que prefieren servirse a sí mismos y permanecer siendo enemigos
de Dios, enemigos del Redentor que se sacrificó a sí mismo, están
ganando su paga. Están sembrando para la carne y de la carne
cosecharán corrupción.
Los que se han revestido de Cristo por el bautismo, demostrando
por este acto que se separan del mundo y que se han comprometido
a andar en novedad de vida, no deben levantar ídolos en su corazón.
Los que se regocijaron una vez en la evidencia de que sus pecados
eran perdonados, que gustaron el amor del Salvador, y que luego
persisten en unirse con los enemigos de Cristo, rechazando la per-
fecta justicia que Jesús les ofrece y escogiendo los caminos que él
ha condenado, serán juzgados más severamente que los paganos
que nunca tuvieron la luz, y que nunca conocieron a Dios ni su ley.
Los que se niegan a seguir la luz que Dios les ha dado, prefirien-
do las diversiones, vanidades y locuras del mundo y negándose a
conformar su conducta con los santos y justos requerimientos de la
ley de Dios, son culpables de los más graves pecados a la vista de
Dios. Su culpabilidad y su paga serán proporcionales a la luz y a los
privilegios que tuvieron.
Vemos al mundo absorto en sus propias diversiones. Los prime-
ros y principales pensamientos de la gran mayoría, especialmente de