Página 347 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Los diezmos y ofrendas
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fundamento para lo por venir,” a fin de “que echen mano a la vida
eterna.”
1 Timoteo 6:19
.
Al ver los que trabajan con perseverancia y sistemáticamente que
sus generosos empeños tienden a alimentar el amor a Dios y a sus
semejantes, y que sus esfuerzos personales extienden su esfera de
utilidad, comprenderán que reporta una gran bendición el colaborar
con Cristo. La iglesia cristiana, por lo general, no reconoce el dere-
cho de Dios de exigirle que dé ofrendas de las cosas que posee, para
sostener la guerra contra las tinieblas morales que inundan al mundo.
Nunca podrá la causa de Dios progresar como debiera hacerlo antes
que los seguidores de Cristo trabajen activa y celosamente.
Cada miembro individual de la iglesia debe sentir que la verdad
que él profesa es una realidad, y todos deben trabajar desinteresa-
damente. Algunos ricos se sienten inclinados a murmurar porque la
obra de Dios se extiende y se necesita dinero. Dicen que no acaban
nunca los pedidos de recursos, y los motivos por solicitar ayuda se
presentan uno tras otro. A los tales queremos decir que esperamos
que la causa de Dios se extienda de tal manera que haya mayores
ocasiones y pedidos más frecuentes y urgentes de que la tesorería
supla lo necesario para proseguir la obra.
Si el plan de la benevolencia sistemátic
fuese adoptado por
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cada persona y llevado plenamente a cabo, habría una constante
provisión en la tesorería. Los ingresos afluirían como una corriente
constantemente alimentada por rebosantes fuentes de generosidad.
El dar ofrendas es una parte de la religión evangélica. ¿Acaso la
consideración del precio infinito pagado por nuestra redención no
nos impone solemnes obligaciones pecuniarias, así como el deber
de consagrar todas nuestras facultades a la obra del Maestro?
Tendremos una deuda que saldar con el Maestro antes de mucho
cuando él diga: “Da cuenta de tu mayordomía.”
Lucas 16:2
. Si los
hombres prefieren poner a un lado los derechos de Dios y retener
egoístamente todo lo que él les da, él callará por el momento y
continuará probándolos con frecuencia aumentando sus bendiciones,
dejando que éstas continúen fluyendo; y aquellos hombres seguirán
tal vez recibiendo honores de sus semejantes, sin que la iglesia
los censure; pero antes de mucho Dios les dirá: “Da cuenta de tu
Sobre la benevolencia sistemática, véase la nota de la 331.—F. P. W.