Página 351 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Los diezmos y ofrendas
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por las misericordias y las bendiciones de Dios para con ellos. Esto
continuó durante las generaciones sucesivas y fué practicado por
Abrahán, quien dió diezmos a Melquisedec, sacerdote del Altísimo.
El mismo principio existía en los días de Job. Mientras Jacob estaba
en Betel, peregrino, desterrado y sin dinero, se acostó una noche,
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solitario y abandonado, teniendo una piedra por almohada, y allí
prometió al Señor: “De todo lo que me dieres, el diezmo lo he de
apartar para ti.”
Génesis 28:22
. Dios no obliga a los hombres a dar.
Todo lo que ellos dan debe ser voluntario. El no quiere que afluyan
a su tesorería ofrendas que no se presenten con buena voluntad.
El Señor quiso poner al hombre en estrecha relación consigo,
e infundirle simpatía y amor por sus semejantes, imponiéndole la
responsabilidad de realizar acciones que contrarrestaran el egoísmo
y fortaleciesen su amor por Dios y el hombre. El plan de una libe-
ralidad sistemática fué ideado por Dios para beneficio del hombre,
quien se inclina a ser egoísta y a cerrar su corazón a las acciones
generosas. El Señor requiere que se hagan donativos en tiempos
determinados, para establecer el hábito de dar y para que la bene-
volencia se considere como un deber cristiano. El corazón, abierto
por un donativo, no debe tener tiempo de enfriarse egoístamente y
cerrarse antes que se otorgue el próximo. La corriente ha de fluir
continuamente, manteniéndose abierto el conducto por medio de
actos de generosidad.
La décima parte de las entradas
En cuanto a la cantidad requerida, Dios ha especificado que sea
la décima parte de los ingresos. Esto queda a cargo de la conciencia
y generosidad de los hombres, cuyo juicio debe ejercerse libremente
en este asunto del diezmo. Y aunque queda librado a la conciencia,
se ha trazado un plan bastante definido para todos. No se requiere
compulsión alguna.
En la dispensación mosaica, Dios pedía de los hombres que
diesen la décima parte de todas sus ganancias. Les confiaba las cosas
de esta vida, como talentos que debían devolver perfeccionados.
Ha requerido la décima parte, y la exige como lo mínimo que le
debemos devolver. Dice: Os doy las nueve décimas, y os pido una; es
mía. Cuando los hombres retienen el diezmo, roban a Dios. Además
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