Los diezmos y ofrendas
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oraciones y tus limosnas han subido en memoria a la presencia de
Dios.”
Hechos 10:4
.
En sus enseñanzas, Cristo dijo: “Pues si en las malas riquezas
no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?”
Lucas 16:11
.
La salud y la prosperidad espiritual de la iglesia dependen en ex-
tenso grado de su benevolencia sistemática. Es como la corriente
sanguínea que debe fluir por todo el ser, vivificando todo miembro
del cuerpo. Aumenta el amor por las almas de nuestros semejantes,
porque por la abnegación y el sacrificio propio somos puestos en
más estrecha relación con Cristo, quien por nosotros se hizo pobre.
Cuanto más invirtamos en la causa de Dios para ayudar en la sal-
vación de las almas, tanto más se les acercará nuestro corazón. Si
nuestro número fuese reducido a la mitad de lo que es, pero todos
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trabajasen con devoción, tendríamos un poder que haría temblar
al mundo. A los que trabajan activamente, Cristo ha dirigido estas
palabras: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin
del mundo.”
Mateo 28:20
.
A todo el mundo
Encontraremos oposición proveniente de motivos egoístas, del
fanatismo y del prejuicio; pero con valor indómito y fe viva debemos
sembrar junto a todas las aguas. Los agentes de Satanás son formi-
dables; debemos hacerles frente y combatirlos. Nuestras labores no
se han de limitar a nuestro propio país. El campo es el mundo; la
mies está madura. La orden dada por Cristo a los discípulos antes
de ascender fué: “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda
criatura.”
Marcos 16:15
.
Nos sentimos profundamente apenados al ver a algunos de nues-
tros predicadores que se limitan a trabajar por las iglesias, haciendo
aparentemente algunos esfuerzos, pero casi sin obtener resultado por
sus labores. El campo es el mundo. Salgan a un mundo incrédulo, y
trabajen para convertir las almas a la verdad. Indicamos a nuestros
hermanos y hermanas el ejemplo de Abrahán, quien subió al monte
Moria para ofrecer a su único hijo, a la orden de Dios. Esto era
obediencia y sacrificio. Moisés se encontraba en las cortes reales
y tenía delante de sí la perspectiva de una corona. Pero se apartó
de este soborno tentador, y “rehusó ser llamado hijo de la hija de