La autoridad de la iglesi
El redentor del mundo invistió a su iglesia con gran poder. Pre-
senta las reglas que se han de aplicar a los casos en que se ha de
juzgar a los miembros. Después de dar indicaciones explícitas en
cuanto a la conducta que se ha de seguir, dice: “De cierto os digo que
todo lo que ligareis en la tierra, será ligado en el cielo; y todo [en la
disciplina de la iglesia] lo que desatareis en la tierra, será desatado
en el cielo.”
Mateo 18:18
. De manera que aun la autoridad celes-
tial ratifica la disciplina de la iglesia con respecto a sus miembros,
cuando se ha seguido la regla bíblica.
La Palabra de Dios no da licencia a ningún hombre para oponer
su juicio al de la iglesia, ni le permite insistir en sus opiniones
contrarias a las de la misma. Si no hubiese disciplina ni gobierno
de la iglesia, ésta se reduciría a fragmentos; no podría mantenerse
unida como un cuerpo. Siempre hubo seres humanos de espíritu
independiente, que aseveraron que estaban en lo correcto, que Dios
los había instruído, impresionado y conducido en forma especial.
Cada uno tiene una teoría propia, opiniones que le son peculiares,
y cada uno sostiene que sus opiniones están de acuerdo con la
Palabra de Dios. Cada cual sustenta diferente teoría y fe, aunque
todos aseguran tener una luz especial de Dios. Apartan a los demás
del cuerpo y cada uno es en sí mismo una iglesia separada. Todos no
pueden estar en lo cierto, y sin embargo, se declaran conducidos por
el Señor. La palabra de la inspiración no es sí y no, sino sí y amén
en Cristo Jesús.
Después de impartir sus instrucciones, nuestro Salvador promete
que si dos o tres se unen para pedir algo a Dios, eso les será concedi-
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do. Cristo demuestra con esto que debe haber unión con los demás,
aun para desear un objeto determinado. Se da gran importancia a la
oración unánime, a la unión de propósito. Dios oye las oraciones de
las personas; pero en esta ocasión Jesús daba lecciones sumamente
importantes, que se relacionaban en especial con su iglesia recién
Testimonios para la Iglesia 3:428-433 (1875)
. (Del cap. “Independencia individual.”)
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