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Joyas de los Testimonios 1
organizada en la tierra. Debe haber acuerdo en las cosas que se
desean y por las cuales se ora. No debía tratarse simplemente de los
pensamientos y la actividad de una mente expuesta a engaño; la peti-
ción debía reflejar el deseo ferviente de varias mentes concentradas
en el mismo punto.
En la admirable conversión de Pablo, vemos el poder milagroso
de Dios. Un resplandor que superaba la gloria del sol meridiano
brilló en derredor de él. Jesús, cuyo nombre él odiaba y despreciaba
más que cualquier otro, se reveló a Pablo con el propósito de detener
su loca aunque sincera carrera, a fin de hacer de ese instrumento
nada promisorio un vaso escogido para proclamar el Evangelio a los
gentiles. Había hecho concienzudamente muchas cosas contrarias
al nombre de Jesús de Nazaret. En su celo, estaba persiguiendo
con ardor a la iglesia de Cristo. Eran profundas y arraigadas sus
convicciones con respecto a su deber de exterminar esta doctrina
alarmante, que prevalecía por doquiera y según la cual Jesús era el
Príncipe de la vida.
Enviado a la iglesia en busca de instrucción
Pablo creía de veras que la fe en Jesús anulaba la ley de Dios,
el servicio religioso de las ofrendas de sacrificios y el rito de la
circuncisión, que en todos los siglos pasados habían recibido la plena
sanción de Dios. Pero la milagrosa revelación de Cristo infundió luz
en las cámaras obscurecidas de su mente. El Jesús de Nazaret contra
el cual luchaba era de veras el Redentor del mundo.
Pablo se da cuenta de su celo erróneo y exclama: “Señor, ¿qué
quieres que haga?”
Hechos 9:6
. Jesús no le dijo entonces, como
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podría haberlo hecho, qué obra le asignaba. Pablo debía recibir ins-
trucción en la fe cristiana y obrar en forma comprensiva. Cristo le
envió a los mismos discípulos a quienes había estado persiguiendo
tan acerbamente, para que aprendiese de ellos. La luz de la ilumina-
ción celestial le había hecho perder la vista a Pablo; pero Jesús, el
Gran Médico de los ciegos, no se la restaura. Contesta a la pregunta
de Pablo con estas palabras: “ Levántate y entra en la ciudad, y
se te dirá lo que te conviene hacer.”
Vers. 6
. No sólo podría Jesús
haber curado a Pablo de su ceguera, sino que podría haberle per-
donado sus pecados, haberle explicado cuál era su deber y haberle