Página 369 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

Basic HTML Version

La autoridad de la iglesia
365
trazado su conducta futura. De Cristo había de fluir toda potestad y
misericordia; pero no dió a Pablo, cuando se convirtió a la verdad,
una experiencia independiente de su iglesia recién organizada en la
tierra.
La luz admirable dada a Pablo en esta ocasión le asombró y con-
fundió. Estaba completamente subyugado. Esa parte de la obra no
podía hacerla algún hombre en favor de Pablo; pero quedaba todavía
una obra que cumplir que los siervos de Cristo podían hacer. Jesús
le indica a Pablo que recurra a sus agentes de la iglesia para conocer
mejor su deber. Así autoriza y sanciona su iglesia organizada. Cristo
había hecho la obra de la revelación y convicción, y ahora Pablo
estaba en condición de aprender de aquellos a quienes Dios había
ordenado que enseñasen la verdad. Cristo envió a Pablo a sus siervos
escogidos, y en esta forma le puso en relación con su iglesia.
Los mismos a quienes se proponía matar debían instruirle en la
religión que él había despreciado y perseguido. Pasó tres días ciego
y sin comer, dirigiéndose hacia los hombres a quienes, en su celo,
se proponía destruir. Allí colocó Jesús a Pablo en relación con sus
representantes en la tierra. El Señor dió a Ananías una visión para
que fuese a cierta casa de Damasco y preguntase por Saulo de Tarso;
“porque he aquí, él ora.”
Hechos 9:11
.
[394]
Después que se le indicó a Saulo que fuera a Damasco, le condu-
jeron los mismos hombres que le habían acompañado para ayudarle
a llevar atados a los discípulos a Jerusalén para juzgarlos y darles
muerte. Saulo posó en la casa de un tal Judas en Damasco, dedicando
el tiempo al ayuno y la oración. Allí se probó la fe de Saulo. Tres
días estuvo en tinieblas mentales con respecto a lo que se requería
de él, y otros tantos estuvo ciego. Se le había dicho que fuese a
Damasco, porque allí se le diría lo que debía hacer. Estaba en la
incertidumbre, y clamaba fervorosamente a Dios.
Un ángel fué enviado a hablar con Ananías, para indicarle que
fuese a cierta casa donde Saulo estaba orando para recibir instrucción
con respecto a lo que debía hacer. Había desaparecido el orgullo de
Saulo. Poco antes, manifestaba confianza en sí mismo, pues creía
que estaba empeñado en una obra por la cual recibiría recompensa;
pero ahora, todo había cambiado. Estaba postrado y humillado hasta
el polvo en arrepentimiento y vergüenza, y sus súplicas de perdón
eran fervientes. Dijo el Señor por medio del ángel a Ananías: “ He