Página 382 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
Siervos de Mammón
Son muchos los que tal vez profesan la religión de Cristo, pe-
ro no aman ni prestan atención a la letra o los principios de las
enseñanzas de Cristo. Dedican lo mejor de su fuerza a empresas
mundanales, y se inclinan ante Mammón. Es alarmante que sean
tantos los engañados por Satanás, los que se entusiasman en su ima-
ginación ante las brillantes perspectivas de ganancias mundanales.
Los domina la ilusión de alcanzar felicidad perfecta si pueden ad-
quirir honores y riquezas en este mundo. Satanás los tienta con su
cohecho seductor: “Todo esto te daré” (
Mateo 4:9
), todo este poder,
toda esta riqueza, con lo cual puedes hacer mucho bien. Pero cuando
obtienen el objeto por el cual trabajaron, no están ya relacionados
con el abnegado Redentor que los haría participantes de la naturaleza
divina. Retienen sus tesoros terrenales y desprecian la abnegación
y los sacrificios requeridos por Cristo. No desean separarse de los
caros tesoros terrenales a los cuales sus corazones se han aficionado.
Han cambiado de señor; han aceptado a Mammón en lugar de Cristo.
Mammón es su dios, y a él sirven.
Por el amor a las riquezas, Satanás conquistó la adoración de
estas almas engañadas. El cambio se ha hecho tan imperceptible-
mente y el poder de Satanás ha sido tan seductor y astuto, que se
han conformado al mundo y no notan que se han separado de Cristo,
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y que no son ya sus siervos sino de nombre.
Satanás obra con los hombres con más cuidado que con Cristo
en el desierto de la tentación, porque sabe que allí perdió la batalla.
Es un enemigo vencido. No se presenta al hombre directamente para
exigirle el homenaje de un culto exterior. Pide simplemente a los
hombres que pongan sus afectos en las buenas cosas de este mundo.
Si logra ocupar la mente y los afectos, los atractivos celestiales se
eclipsan. Todo lo que quiere del hombre es que caiga bajo el poder
seductor de sus tentaciones, que ame el mundo, la ostentación y los
altos puestos, que ame el dinero y ponga sus afectos en los tesoros
terrenales. Si lo logra, obtiene todo lo que pidió de Cristo.