Página 43 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Las esposas de los ministro
Vi las esposas de los ministros. Algunas de ellas no ayudan a
sus esposos, y sin embargo, profesan creer el mensaje del tercer
ángel. Piensan más en analizar sus propios deseos y placer, que
en descubrir cómo pueden cumplir la voluntad de Dios o sostener
las manos de sus esposos por medio de sus oraciones fieles y su
conducta cuidadosa. Vi que algunas de ésas siguen una conducta tan
voluntariosa y egoísta que Satanás las usa como instrumentos suyos,
y se vale de ellas para destruir la influencia y utilidad de sus esposos.
Se sienten libres para quejarse o murmurar si se ven sometidas a
estrecheces. Se olvidan de los sufrimientos de los antiguos cristianos
por amor a la verdad, y piensan que deben poder cumplir sus deseos
y hacer su voluntad. Se olvidan de los sufrimientos de Jesús, su
Maestro. Olvidan al Varón de dolores, experimentado en quebranto,
que no tenía donde reposar la cabeza. No quieren recordar aquellas
sienes santas, atravesadas por una corona de espinas. Se olvidan de
Aquel que, llevando su propia cruz al Calvario, se desmayó bajo
su peso. No sólo la carga de la cruz de madera, sino también la
pesada carga de los pecados del mundo, pesaba sobre él. Se olvidan
de los crueles clavos que atravesaron sus tiernas manos y pies, y
los clamores de su agonía: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?” A pesar de todo este sufrimiento que soportó por
ellas, se sienten muy poco dispuestas a sufrir por Cristo.
Vi que estas personas se están engañando a sí mismas. No tienen
parte ni suerte en el asunto. Se han apoderado de la verdad; pero
la verdad no se ha apoderado de ellas. Cuando la verdad solemne
e importante se apodere de ellas, morirá el yo; entonces no dirán:
“Iré allí; no me quedaré aquí;” sino que preguntarán sinceramente:
“¿A dónde quiere Dios que esté? ¿Dónde puedo glorificarlo mejor, y
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dónde pueden ser de mayor beneficio nuestras labores unidas?” Su
voluntad estará absorbida por la voluntad de Dios. La disposición
voluntariosa y la falta de consagración que manifiestan algunas
Testimonios para la Iglesia 1:137-140 (1856)
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