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Joyas de los Testimonios 1
El remedio de Dios
La fe y el amor son el oro puro, o las verdaderas riquezas que
el Testigo Fiel les aconseja a los tibios que compren. Por ricos que
seamos en los tesoros terrenales, toda nuestra riqueza no nos habilita
para comprar los preciosos remedios que curan esa enfermedad del
alma que se llama tibieza. El intelecto y las riquezas terrenales eran
impotentes para suprimir los defectos de la iglesia de Laodicea o
para remediar su deplorable condición. Sus miembros eran ciegos,
y sin embargo creían que nada les faltaba. El Espíritu de Dios no
iluminaba sus mentes, y ellos no percibían su estado pecaminoso;
por lo tanto, no sentían necesidad de ayuda.
El no poseer las gracias del Espíritu es triste en verdad; pero
es una condición aun más terrible hallarnos así destituidos de la
espiritualidad y de Cristo y, sin embargo, tratar de justificarnos di-
ciendo a aquellos que se alarman por nosotros que no necesitamos
sus temores y compasión. ¡Terrible es el poder del engaño en la
mente humana! ¡Qué ceguera la que pone la luz en lugar de las tinie-
blas y las tinieblas en lugar de la luz! El Testigo Fiel nos aconseja
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que compremos de él oro afinado en el fuego, vestiduras blancas y
colirio.
El oro probado en el fuego que se recomienda aquí, es la fe y
el amor. Enriquece el corazón, porque se lo ha refinado hasta su
máxima pureza, y cuanto más se lo prueba, tanto más resplandece.
La vestidura blanca es la pureza de carácter, la justicia de Cristo
impartida al pecador. Es a la verdad una vestidura de tejido celestial,
que puede comprarse únicamente de Cristo, para una vida de obe-
diencia voluntaria. El colirio es aquella sabiduría y gracia que nos
habilitan para discernir entre lo malo y lo bueno, y para reconocer
el pecado bajo cualquier disfraz. Dios ha dado a su iglesia ojos que
él quiere que sean ungidos con sabiduría para que vean claramente;
pero muchos sacarían los ojos de la iglesia si pudiesen, porque no
quieren que sus obras salgan a luz, no sea que resulten reprendidos.
El colirio divino impartirá claridad al entendimiento. Cristo es el
depositario de todas las gracias. El dice: “Yo te amonesto que de mí
compres.”
Apocalipsis 3:18
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