La prueba
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Algunos serán eliminados
Tal vez algunos digan que esperar el favor de Dios por nuestras
buenas obras es exaltar nuestros propios méritos. A la verdad, no
podemos comprar una sola victoria con nuestras buenas obras; sin
embargo, no podemos ser vencedores sin ellas. La compra que Cristo
nos recomienda consiste tan sólo en cumplir con las condiciones
que él nos ha dado. La verdadera gracia, que es de valor inestimable,
y que soportará la prueba y la adversidad, se obtiene únicamente
por la fe y por una obediencia humilde acompañada de oración. Las
gracias que soportan las pruebas de la aflicción y la persecución, y
la evidencia de su pureza y sinceridad, son el oro que es probado
en el fuego y hallado puro. Cristo ofrece vender al hombre este
precioso tesoro: “Yo te amonesto que de mí compres oro afinado
en fuego.” El cumplimiento muerto y frío del deber no nos hace
cristianos. Debemos salir de la condición de tibieza y experimentar
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una verdadera conversión, o no llegaremos al cielo.
Se me llamó la atención a la providencia de Dios entre su pueblo,
y se me mostró que cada prueba del proceso de refinamiento y
purificación impuesto a los que profesaban ser cristianos demostraba
si algunos eran escoria. El oro fino no aparece siempre. En toda
crisis religiosa, algunos caen bajo la tentación. El zarandeo de Dios
avienta multitudes como hojas secas. La prosperidad contribuye a
que ingresen en la iglesia multitudes que meramente profesan la
religión. La adversidad las elimina de la iglesia. El espíritu de esta
clase de personas no es firme en Dios. Se separan de nosotros porque
no son de los nuestros; porque cuando la tribulación o la persecución
surgen por causa de la Palabra, muchos se escandalizan.
Recuerden los tales cuando, hace sólo unos meses, estaban juz-
gando los casos de otros que se hallaban en condición similar a
la que ahora ocupan ellos. Recuerden cuidadosamente de qué se
preocuparon con respecto a los tentados. Si alguno les hubiese dicho
que a pesar de su celo y trabajo para corregir a los otros se habían de
encontrar, a la larga, en una situación semejante de tinieblas, habrían
dicho, como le dijo Hazael al profeta: “¿Es tu siervo perro, que hará
esta gran cosa?”
2 Reyes 8:13
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Se engañan a sí mismos. Durante la calma, ¡qué firmeza mani-
fiestan! ¡Cuán buenos marinos parecen ser! Pero cuando se presentan