Página 450 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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La eficacia de la sangre de Crist
A los hijos de Israel se les ordenó antiguamente que trajesen
una ofrenda para toda la congregación, a fin de purificarla de la
contaminación ceremonial. Este sacrificio era una vaquillona roja
que representaba la ofrenda más perfecta que debía redimirlos de
la contaminación del pecado. Era un sacrificio que se ofrecía cir-
cunstancialmente para purificar a todos los que habían llegado, por
necesidad o accidente, a tocar muertos. A todos los que habían teni-
do algo que ver con la muerte se los consideraba ceremonialmente
inmundos. Esto tenía como propósito inculcar entre los hebreos el
hecho de que la muerte es consecuencia del pecado, y por lo tanto
representa al mismo. La vaquillona, el arca y la serpiente de bronce:
cada una de estas cosas señalaba en forma impresionante a la única
gran ofrenda: el sacrificio de Cristo.
Esta vaquillona debía ser roja, símbolo de la sangre. Debía ser sin
mancha ni defecto y no debía haber llevado nunca el yugo. En esto
también prefiguraba a Cristo. El Hijo de Dios vino voluntariamente
a realizar la obra de la expiación. No pesó sobre él ningún yugo
obligatorio; porque era independiente y superior a toda ley. Los
ángeles, como inteligentes mensajeros de Dios, estaban bajo el yugo
de la obligación; ningún sacrificio personal de ellos podía expiar la
culpabilidad del hombre caído. Únicamente Cristo estaba libre de
las exigencias de la ley para emprender la redención de la especie
pecaminosa. Tenía poder para deponer su vida y para volverla a
tomar. “El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación
ser igual a Dios.”
Filipenses 2:6
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Sin embargo, este ser glorioso amaba al pobre pecador y tomó so-
bre sí la forma de siervo, a fin de sufrir y morir en lugar del hombre.
Jesús podría haber permanecido a la diestra de su Padre, llevando su
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corona y vestiduras regias. Pero prefirió cambiar todas las riquezas,
honores y gloria del cielo por la pobreza de la humanidad; y su alto
puesto por los horrores del Getsemaní y la humillación y agonía del
Testimonios para la Iglesia 4:120-123 (1876)
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