La eficacia de la sangre de Cristo
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Calvario. Se hizo Varón de dolores, experimentado en quebranto,
a fin de que por su bautismo de sufrimiento y sangre pudiese puri-
ficar y redimir a un mundo culpable. “Heme aquí—fué su gozoso
asentimiento—para que haga, oh Dios, tu voluntad.”
Hebreos 10:7
.
Se conducía fuera del campamento a la vaquillona destinada al
sacrificio, y se la mataba en medio de una imponente ceremonia. Así
sufrió Cristo fuera de las puertas de Jerusalén, porque el Calvario
estaba fuera de las murallas de la ciudad. Esto era para demostrar
que Cristo no moría sólo por los hebreos, sino por toda la humanidad.
Proclama a un mundo caído que ha venido para ser su Redentor, y
le insta a aceptar la salvación que le ofrece. Una vez degollada la
vaquillona en el transcurso de una ceremonia solemnísima, el sacer-
dote, ataviado con limpias vestiduras blancas recogía en sus manos
la sangre mientras fluía del cuerpo de la víctima y la arrojaba siete
veces hacia el templo. “Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa
de Dios, lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre
de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los
cuerpos con agua limpia.”
Hebreos 10:21, 22
.
El cuerpo de la vaquillona se reducía a cenizas, lo cual significaba
un sacrificio completo y amplio. Luego, una persona que no había
sido contaminada por el contacto con los muertos recogía las cenizas,
y las colocaba en una vasija que contenía agua de un arroyo. Esta
persona limpia y pura tomaba luego un palo de cedro con un trapo
escarlata y un manojo de hisopo y asperjaba el contenido de la vasija
sobre el tabernáculo y la gente congregada. La ceremonia se repetía
varias veces a fin de ser cabal, y se hacía como purificación del
pecado.
Así también Cristo, con su propia justicia inmaculada, después
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de derramar su preciosa sangre entra en el lugar santo a purificar el
santuario. Y allí la corriente carmesí inicia el servicio de reconcilia-
ción entre Dios y el hombre. Algunos pueden considerar el sacrificio
de la vaquillona como una ceremonia sin significado; pero se eje-
cutaba de acuerdo con la orden de Dios, y encierra un profundo
significado que no ha perdido su aplicación en nuestro tiempo.
El sacerdote usaba cedro e hisopo, lo sumergía en el agua de la
purificación, y con ello rociaba lo inmundo. Esto simbolizaba la san-
gre de Cristo derramada para limpiarnos de las impurezas morales.
Las repetidas aspersiones ilustran el carácter cabal de la obra que