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Joyas de los Testimonios 1
debe realizarse en favor del pecador arrepentido. Todo lo que éste
tiene debe ser consagrado. No sólo debe purificar su propia alma,
sino que debe esforzarse por que su familia, sus arreglos domésticos,
su propiedad y todo lo que le pertenece, quede consagrado a Dios.
Después de rociar con hisopo la tienda, sobre la puerta de aque-
llos que habían sido purificados se escribía: “No soy mío, Señor; soy
tuyo.” Así debe ser con los que profesan ser purificados por la sangre
de Cristo. Dios no es menos exigente ahora que en tiempos anti-
guos. En su oración, el salmista se refiere a esta ceremonia simbólica
cuando dice: “Purifícame con hisopo, y seré limpio: lávame, y seré
emblanquecido más que la nieve.” “Crea en mí, oh Dios, un corazón
limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí.” “Vuélveme el gozo
de tu salud; y el espíritu libre me sustente.”
Salmos 51:7, 10, 12
.
La sangre de Cristo es eficaz, pero necesita ser aplicada continua-
mente. No sólo quiere Dios que sus siervos empleen para su gloria
los recursos que les ha confiado, sino que desea que se consagren
ellos mismos a su causa. Hermanos míos, si os habéis vuelto egoístas
y estáis privando al Señor de aquello que debierais dar alegremente
para su servicio, entonces necesitái, que se os aplique cabalmente la
sangre de la aspersión, para consagraros vosotros y todos vuestros
bienes a Dios.
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