Página 453 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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La obediencia voluntari
Abrahán era anciano cuando recibió de Dios la sorprendente
orden de ofrecer a su hijo Isaac en holocausto. A Abrahán se lo
consideraba anciano aun en su generación. El ardor de su juventud
se había desvanecido. Ya no era fácil para él soportar penurias y
afrontar peligros. En el vigor de la juventud, el hombre puede hacer
frente a la tormenta con orgullosa conciencia de su fuerza, y elevarse
por encima de los desalientos que harían desfallecer su corazón
más tarde en la vida cuando sus pasos se dirigen vacilantes hacia la
tumba.
Pero en su providencia, Dios reservó su última y más penosa
prueba para Abrahán cuando la carga de los años le oprimía y anhela-
ba descansar de la ansiedad y los afanes. El Señor le habló diciendo:
“Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas ... y ofrécelo ...
en holocausto.”
Génesis 22:2
. El corazón del anciano se paralizó de
horror. La pérdida de ese hijo por alguna enfermedad habría partido
el corazón del amante padre y el pesar habría doblegado su encane-
cida cabeza; pero ahora se le ordenaba que derramase con su propia
mano la sangre preciosa de aquel hijo. Eso le parecía una terrible
imposibilidad.
Sin embargo, Dios había hablado, y él debía obedecer a su pa-
labra. Abrahán estaba cargado de años, pero esto no lo dispensaba
del cumplimiento del deber. Empuñó el bordón de la fe, y con muda
agonía tomó de la mano a su hijo, hermoso y sonrosado, lleno de
salud y juventud, y salió para obedecer a la palabra de Dios. El
anciano y gran patriarca era humano; sus pasiones y afectos eran
como los nuestros y amaba a su hijo, solaz de su vejez, a quien había
sido dada la promesa del Señor.
Pero Abrahán no se detuvo a preguntar cómo se cumplirían las
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promesas de Dios si se daba muerte a Isaac. No se detuvo a razonar
con su corazón dolorido, sino que ejecutó la orden divina al pie de la
letra, hasta que, precisamente cuando estaba por hundir su cuchillo
Testimonios para la Iglesia 4:144-148 (1876)
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