Página 463 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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El carácter sagrado de los mandamientos de Dio
Muy respetable Hno. ***: En enero de 1875 se me mostró que
hay impedimentos en el camino de la prosperidad espiritual de la
iglesia. El Espíritu de Dios está contristado porque muchos no son
como debieran ser en su corazón y su vida. La fe que profesan no está
en armonía con sus obras. No observan como debieran el sagrado
día de reposo del Señor. Cada semana roban a Dios usurpando los
extremos de su santo tiempo; y dedican a las cosas mundanales las
horas que debieran dedicar a la oración y la meditación.
Dios nos ha dado sus mandamientos, no sólo para que creamos
en ellos, sino para que los acatemos. Cuando el gran Jehová echó
los cimientos de la tierra y adornó al mundo entero con su manto
de belleza y lo llenó de cosas útiles al hombre; cuando hubo creado
todas las maravillas de la tierra y del mar, instituyó el sábado y
lo santificó. Dios bendijo y santificó el séptimo día porque había
descansado en él de toda su maravillosa obra de la creación. El
sábado fué hecho para el hombre, y Dios quiere que en ese día
dejemos de lado nuestro trabajo, así como él descansó después de
trabajar seis días en la creación.
Cuando a los que reverencian los mandamientos de Jehová se
les haya dado la luz con referencia al cuarto precepto del Decálogo,
lo obedecerán sin averiguar la posibilidad o conveniencia de una
obediencia tal. Dios hizo al hombre a su imagen, y luego le dió el
ejemplo al observar el séptimo día que había santificado. Ordenó
que en aquel día el hombre le adorara y no se entregase a ninguna
ocupación mundana. Nadie que desprecie el cuarto mandamiento
después de haber recibido luz acerca de las exigencias del sábado,
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puede ser tenido por inocente a la vista de Dios.
Hno. ***, Vd. reconoce los requerimientos divinos con respecto
a la observancia del sábado, pero sus obras no están en armonía
con lo que declara ser su fe. En la medida en que Vd. infringe
la ley de Dios, arroja el peso de su influencia en favor del bando
Testimonios para la Iglesia 4:247-254 (1876)
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