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Joyas de los Testimonios 1
que necesitan convertirse a Dios. Lo que Cristo dijo, lo que hizo y
lo que enseñó, debe presentárseles de la manera más impresionante.
La obra del ministro no hace sino empezar cuando se presenta
la verdad al entendimiento de la gente. Cristo es nuestro Mediador
y Sumo Sacerdote en presencia del Padre. Se reveló a Juan como
el Cordero inmolado, como si hubiera estado en el mismo acto de
derramar su sangre en favor del pecador. Cuando se le presenta a
éste la ley de Dios, mostrándole la profundidad de sus pecados, debe
señalársele el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Debe
enseñársele el arrepentimiento para con el Padre y la fe para con
nuestro Señor Jesucristo. Así estará la labor del representante de
Jesús en armonía con la obra que nuestro Salvador realiza en el
santuario celestial.
Enseñemos la piedad práctica
Los ministros alcanzarían muchos más corazones si se espacia-
sen más en la piedad práctica. Con frecuencia, cuando se hacen
esfuerzos para introducir la verdad en campos nuevos, la labor es
casi completamente teórica. La gente queda perturbada. Ve la fuerza
de la verdad, y anhela obtener un fundamento seguro. Cuando se han
suavizado sus sentimientos es el momento, ante todo, de presentar
con instancias la religión de Cristo a la conciencia; pero demasiado
a menudo se ha permitido que la serie de conferencias termine sin
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que se hiciera esta obra a favor de las personas que la necesitaban.
Aquel esfuerzo resultó demasiado parecido a la ofrenda de Caín: no
tenía la sangre expiatoria para hacerlo aceptable a Dios. Caín obraba
bien al presentar una ofrenda, pero dejó a un lado todo lo que le
daba valor: la sangre de la expiación.
Es un hecho triste que muchos se espacien tanto en la teoría y tan
poco en la piedad práctica debido a que Cristo no mora en su corazón.
No tienen relación viva con Dios. Muchas almas se deciden en favor
de la verdad por el peso de la evidencia, sin haberse convertido. No
se dieron discursos prácticos en relación con los doctrinales para que
los oyentes viesen la hermosa cadena de la verdad, se enamoraran
de su Autor y se santificaran por la obediencia. El ministro no ha
consumado su obra hasta no haber convencido a sus oyentes de la