Página 494 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
Mateo 24:45
. Jesús pregunta: ¿Quién? y cada ministro del Evangelio
debe repetir la pregunta en su propio corazón. Al considerar las
verdades solemnes, y al contemplar el cuadro trazado con respecto
al mayordomo fiel y prudente, su alma debe conmoverse hasta en lo
más profundo.
A cada hombre le ha sido dada su obra: a nadie se disculpa.
Cada uno tiene una parte que hacer, según su capacidad; y al que
presenta la verdad le incumbe desentrañar cuidadosamente y con
oración la capacidad de todos los que aceptan la verdad, y luego
instruirlos y conducirlos paso a paso, dejándoles sentir la carga de
responsabilidad que recae sobre ellos en cuanto a hacer la obra que
Dios les reserva. Se debe insistir una y otra vez acerca del hecho
de que nadie podrá resistir a la tentación, responder al propósito de
Dios, y vivir la vida de un cristiano, a menos que asuma su obra, sea
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grande o pequeña, y haga ese trabajo con fidelidad concienzuda. A
todos les corresponde cierta obra además de ir a la iglesia y escuchar
la Palabra de Dios. Deben practicar la verdad oída llevando a cabo
sus principios en su vida diaria. Deben trabajar constantemente
para Cristo, no por motivos egoístas, sino con el deseo sincero de
glorificar a Aquel que hizo todo sacrificio para salvar al hombre de
la ruina.
Los ministros deben inculcar a todos los que aceptan la verdad
que deben tener a Cristo en sus hogares; que necesitan su gracia y
sabiduría para guiar y dominar a sus hijos. Es parte de la obra que
Dios les ha dejado, educar y disciplinar a estos hijos y criarlos en
sumisión. Manifiéstense la bondad y la cortesía del ministro en su
trato con los niños. Debe siempre tener presente que son hombres
y mujeres en miniatura, miembros jóvenes de la familia del Señor.
Pueden estar muy cerca del Maestro y serle muy caros, y si se los
instruye y disciplina debidamente, le prestarán servicio aun en su
juventud. Cristo se siente entristecido por cada palabra dura, severa
y desconsiderada que se dirija a los niños. No se respetan siempre
sus derechos, y se los trata con frecuencia como si no tuviesen un
carácter que necesita desarrollarse debidamente a fin de no torcerse,
para que el propósito de Dios no fracase en su vida.
Desde niño, Timoteo conocía las Escrituras, y este conocimiento
le salvaguardó de las malas influencias que le rodeaban, y de la
tentación a escoger el placer y la complacencia egoísta antes que el