Página 497 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Los embajadores de Cristo
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de Cristo de qué manera brilla vuestra luz. Si refulge hacia el cielo
revelando la excelencia de Cristo, brilla correctamente. Si se vuelve
hacia vosotros, si os exhibís a vosotros mismos, e inducís a la gente
a miraros, sería mejor que os callaseis, porque vuestra luz brilla
falsamente.
Ministros de Cristo, podéis estar relacionados con Dios si veláis
y oráis. Sean vuestras palabras sazonadas con sal; rijan vuestra
conducta la cortesía cristiana y la verdadera elevación. Si la paz
de Dios reina en el corazón, su poder no sólo fortalecerá, sino que
enternecerá vuestro corazón y seréis representantes vivos de Cristo.
El pueblo que profesa la verdad está apartándose de Dios. Jesús va a
venir pronto, y dicho pueblo no está listo. El mismo ministro debe
alcanzar una norma más alta, una fe señalada con mayor firmeza,
una experiencia viva, no árida y vulgar, como la de los que profesan
nominalmente la religión.
La Palabra de Dios os presenta un blanco muy alto. ¿Queréis, por
ayuno y oración, alcanzar la plenitud y solidez del carácter cristiano?
Debéis trazar sendas rectas para vuestros pies, no sea que los cojos se
aparten del camino. Una relación estrecha con Dios os proporcionará
en vuestras labores un poder vital que despierta confianza y convence
de pecado al pecador, induciéndolo a clamar: “¿Qué es menester que
yo haga para ser salvo?”
Hechos 16:30
.
La comisión dada por Cristo a sus discípulos, precisamente antes
de su ascensión al cielo, era: “Por tanto, id, y doctrinad a todos los
Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el
fin del mundo.”
Mateo 28:19, 20
. La comisión alcanza a aquellos
que crean en su Palabra por medio de sus discípulos. Y todos los
que son llamados por Dios a ocupar el puesto de embajadores suyos
deben recibir las lecciones de piedad práctica que dió Cristo en su
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Palabra, y enseñarlas a la gente.
Cristo abrió las Escrituras a sus discípulos, empezando por Moi-
sés y los profetas, y los instruyó en todas las cosas relativas a él
mismo, y también les explicó las profecías. En su predicación, los
apóstoles se remontaron hasta el día de Adán, y llevaron a sus oyen-
tes a través de la historia profética y, terminando con Cristo y Cristo
crucificado, invitaron a los pecadores a apartarse de sus pecados