Página 506 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
do, pues Pedro dijo: “¿Por qué ha llenado Satanás tu corazón a que
mintieses al Espíritu Santo, y defraudases del precio de la heredad?
Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu
potestad? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los
hombres, sino a Dios.”
Hechos 5:3, 4
.
Era necesario un ejemplo especial para guardar a la joven iglesia
contra la desmoralización; porque su número aumentaba rápidamen-
te. De este modo se dió una advertencia a todos los que profesaban
a Cristo en aquel entonces, y a todos los que más tarde habían de
profesar su nombre, respecto de que Dios requiere fidelidad en el
cumplimiento de los votos. Pero a pesar de este notable castigo del
engaño y la mentira, los mismos pecados han sido con frecuencia
repetidos en la iglesia cristiana, y son muy difundidos en nuestra
época. Se me ha mostrado que Dios dió ese ejemplo como amones-
tación a todos los que se viesen tentados a actuar de manera similar.
El egoísmo y el fraude se practican diariamente en la iglesia, al
retener ésta los recursos que Dios exige, robándole así y poniéndose
en conflicto con los arreglos que él ha hecho para difundir la luz y
el conocimiento de la verdad por toda la anchura y longitud de la
tierra.
Dios, en sus planes sabios, hizo depender el adelantamiento de
su causa de los esfuerzos personales de su pueblo, y de sus ofrendas
voluntarias. Aceptando la cooperación del hombre en el gran plan de
redención, le confirió señalada honra. El ministro no puede predicar
a menos que se lo envíe. La obra de dispensar luz no incumbe sólo
a los ministros. Cada persona, al llegar a ser miembro de la iglesia,
se compromete a ser representante de Cristo y a vivir la verdad que
profesa. Los que siguen a Cristo deben llevar adelante la obra que él
les dejó cuando ascendió al cielo.
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Las instituciones que son instrumentos de Dios para llevar a
cabo su obra en la tierra deben ser sostenidas. Deben erigirse igle-
sias, establecerse escuelas y proporcionarse a las casas editoras las
cosas necesarias para hacer una gran obra en la publicación de la
verdad que ha de ser proclamada a todas partes del mundo. Estas
instituciones son ordenadas por Dios y deben ser sostenidas por los
diezmos y las ofrendas generosas. A medida que la obra se amplía,
se necesitarán recursos para hacerla progresar en todos sus ramos.
Los que han sido convertidos a la verdad y han sido hechos partici-