Página 509 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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El carácter sagrado de los votos
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su Señor. Había llegado a ser rico, y una suma muy grande de sus
propiedades pasó a la tesorería del Señor.
En nuestra época, muchos fracasan donde Jacob tuvo éxito.
Aquellos a quienes Dios concedió más riquezas, se inclinan con
más intensidad a retener lo que tienen, porque deben dar una suma
proporcional a su propiedad. Jacob dió el diezmo de todo lo que
tenía, y luego, reconociendo que antes lo había empleado para su
uso personal, dió al Señor el beneficio de lo que había usado para
sí durante el tiempo que había estado en un país pagano y no podía
pagar su voto. Esto sumaba una cantidad elevada, pero no vaciló; no
consideraba suyo, sino como del Señor, lo que había consagrado a
Dios.
Según la cantidad otorgada será la requerida. Cuanto mayor sea
el capital confiado, más valioso es el don que Dios requiere que
se le devuelva. Si un cristiano tiene diez o veinte mil pesos, las
exigencias de Dios son imperativas para él, no sólo en cuanto a dar
la proporción de acuerdo con el sistema del diezmo, sino en cuanto
a presentar sus ofrendas por el pecado y agradecimiento a Dios. La
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dispensación levítica se distinguía de una manera notable por la
santificación de la propiedad.
Cuando hablamos del diezmo como norma de las contribucio-
nes judaicas a los propósitos religiosos, no lo hacemos con pleno
conocimiento de causa. El Señor mantenía sus requerimientos por
encima de todo lo demás, y en casi todo se hacía acordar a los israe-
litas de su Dador, pidiéndoles que le devolviesen algo. Se les pedía
que pagasen rescate por su primogénito, por las primicias de sus
rebaños y por las primeras gavillas de su mies. Se les requería que
dejasen las esquinas de sus campos para los indigentes. Cuanto caía
de su mano al segar debía quedar para los pobres, y una vez cada
siete años debían dejar que las tierras produjesen espontáneamente
para los menesterosos. Luego, había ofrendas de sacrificio, ofrendas
por el pecado, y la remisión de todas las deudas cada séptimo año.
Había también numerosos gastos destinados a la hospitalidad y los
donativos para los pobres, y además, pesadas contribuciones sobre
las propiedades.