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Joyas de los Testimonios 1
será santificado y bendecido para nuestro propio uso. Pero cuando
un hombre roba a Dios reteniendo lo que él requiere, su maldición
recae sobre el conjunto.
Dios ha hecho que los hombres sean conductos por medio de los
cuales sus dones deben fluir, para sostener la obra que él quiere que
se lleve a cabo en el mundo. El les ha dado propiedades para que
las empleen sabiamente, no para que las atesoren egoístamente o
las malgasten en lujos y en la complacencia propia, sea en vestidos
o en el embellecimiento de sus casas. Les ha confiado recursos
con que sostener a sus siervos en sus labores como predicadores y
misioneros, y para sostener las instituciones que él ha establecido
entre nosotros.
Los que se regocijan en la preciosa luz de la verdad deben sentir
un ardiente deseo de que se la difunda por doquiera. Hay algunos
pocos fieles portaestandartes que nunca rehuyen el deber o las res-
ponsabilidades. Sus corazones y bolsillos están siempre abiertos a
todo pedido de recursos para adelantar la causa de Dios. A la ver-
dad, algunos parecen listos a sobrepasar su deber, como si temiesen
perder la oportunidad de invertir su porción en el banco del cielo.
Hay otros que harán lo menos que puedan. Atesoran sus recursos,
o malgastan medios en su propia persona, dando a regañadientes una
ofrenda escasa para sostener la causa de Dios. Si hacen una promesa
a Dios, se arrepienten luego y evitan su pago mientras pueden, si
no dejan de pagarla por completo. Disminuyen el diezmo tanto
como pueden como si temiesen que lo devuelto a Dios se perdiera.
Nuestras diversas instituciones pueden estar abrumadas por falta de
recursos, pero estas personas obran como si no les importara que
prosperen o no. Sin embargo, dichas instituciones son instrumentos
de Dios para iluminar al mundo.
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Estas instituciones no han recibido, como otras por el estilo, asig-
naciones o legados; sin embargo Dios las ha prosperado y bendecido
grandemente y las ha convertido en medios de difundir grandes bene-
ficios. Hay entre nosotros ancianos cuyo tiempo de gracia se acerca
a su fin; pero por falta de hombres que estén alerta y aseguren para
la causa de Dios los recursos que poseen, éstos pasan a las manos
de los que sirven a Satanás. Estos recursos sólo les fueron prestados
por Dios para que se los devolviesen; pero en nueve casos de cada
diez, estos hermanos, cuando están por desaparecer del escenario de