Página 525 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Los testamentos y legados
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al devolverle los diezmos y los ofrendas, retira su bendición. “El que
siembra escasamente, también segará escasamente.”
2 Corintios 9:6
.
A vosotros los que seguís a Cristo, os rogamos, por las misericordias
de Cristo y las riquezas de su bondad, y por la honra de la verdad
y de la religión, que os dediquéis vosotros mismos y vuestras pro-
piedades nuevamente a Dios. En vista del amor y de la compasión
de Cristo, que le hicieron descender de los atrios reales para sufrir
abnegación, humillación y muerte, pregúntese cada uno: “¿Cuánto
debo a mi Señor?” y luego traed vuestras ofrendas de agradecimien-
to de acuerdo con vuestro aprecio por el gran don del cielo en el
amado Hijo de Dios.
Al determinar la proporción que debe darse a la causa de Dios,
cuidad de exceder las exigencias del deber más bien que substraer de
ellas. Considerad para quién es la ofrenda. Este recuerdo ahuyentará
la codicia. Consideremos tan sólo el gran amor con que Cristo nos
amó, y nuestras ofrendas más generosas nos parecerán indignas de su
aceptación. Cuando Cristo sea el objeto de sus afectos, los que hayan
recibido su amor perdonador no se detendrán a calcular el valor del
vaso de alabastro ni del precioso ungüento. El codicioso Judas podía
hacerlo; pero el que haya recibido el don de la salvación, lamentará
tan sólo que la ofrenda no tenga más rico perfume y mayor valor.
Los cristianos deben considerarse como conductos por medio de los
cuales las misericordias y bendiciones han de fluir de la Fuente de
toda bondad hacia sus semejantes. Por medio de la conversión de
estos últimos pueden enviar al cielo ondas de gloria en las alabanzas
y ofrendas de los que han llegado así a ser sus copartícipes del don
celestial.
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