Página 55 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Los jóvenes observadores del sábado
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están sumidos en iniquidad oculta. Padres, velad sobre vuestros hijos
con cuidado celoso. Exhortadlos, reprendedlos, aconsejadlos cuan-
do os levantáis y cuando os sentáis; cuando salís y cuando entráis;
“mandamiento tras mandamiento, ... línea sobre línea, un poquito
allí, otro poquito allá.”
Isaías 28:10
. Subyugad a vuestros hijos cuan-
do son jóvenes. Muchos padres descuidan esto lamentablemente.
No asumen una actitud tan firme y decidida como debieran asumirla
con respecto a sus hijos. Les permiten ser como el mundo, amar
la ostentación de la vestimenta y asociarse con los de influencia
venenosa porque odian la verdad. Al obrar así, estimulan en sus
hijos una disposición mundanal.
Vi que debe ser siempre un principio fijo para los padres cristia-
nos mantenerse unidos en el gobierno de sus hijos. Algunos padres
fallan al respecto; les falta unión. El defecto se advierte a veces en el
padre, pero con más frecuencia en la madre. La madre cariñosa mi-
ma a sus hijos. El trabajo del padre le obliga a menudo a ausentarse
de la casa y de la sociedad de sus hijos. La influencia de la madre se
hace sentir. Su ejemplo contribuye mucho a formar el carácter de los
hijos. Algunas madres cariñosas les permiten a sus hijos costumbres
que no debieran ser toleradas por un momento. A veces se le ocultan
al padre las faltas de los hijos. La madre concede ciertas prendas de
vestir o algunas otras complacencias, con el entendimiento de que el
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padre no sabrá nada de ello; porque él reprendería tales cosas.
Con esto se les enseña eficazmente a los niños una lección de
engaño. Luego, si el padre descubre estas faltas, se presentan excusas,
pero se dicen medias verdades. La madre no es franca. No considera
debidamente que el padre tiene el mismo interés que ella en los
hijos, y que no debiera dejarle ignorar los males o debilidades que
se les debiera corregir mientras son jóvenes. Se ocultan las cosas.
Los hijos conocen la falta de unión que hay entre los padres, y ello
tiene su efecto. Los hijos empiezan desde muy jóvenes a engañar y
a encubrir tanto a su padre como a su madre las cosas y presentarlas
con matices muy diferentes de los verdaderos. La exageración se
vuelve un hábito, y se llega a contar mentiras abiertas con pocos
remordimientos de conciencia.
Estos males se iniciaron cuando la madre ocultó las cosas al
padre, que tiene igual interés que ella en el desarrollo del carácter
de sus hijos. El padre debiera haber sido consultado libremente.